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Actualizado: Martes, Junio 11, 2024
   
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Anaquel

ANAQUEL DE TEMAS PUBLICADOS

 
SEGMENTOS DE ADN
 
 

En un medio de comunicación muy respetable y de alcance internacional, algunos días atrás, se presentaba un Psiquiatra. Y, en la ocasión, previas preguntas del conductor del programa, el profesional respondía sobre el tema de la Identidad Sexual. Luego de varios comentarios de largo contexto, con la seriedad propia de alguien que conoce su materia, con su mesurado lenguaje, concluyó airosamente con cada una de las interrogantes.

Eran horas nocturnas y, sin duda, por el prestigio del medio de comunicación, su audiencia era numerosa, superlativa.

Aquel psiquiatra afirmaba que la Identidad Sexual se descubre, tan igual como cuando una persona cualquiera, saliendo de la nada, sin tomar en cuenta sus órganos sexuales, después de un corto proceso racional, llega a la conclusión de que es hombre o mujer. Aseveraba que la persona decide, tanto como cuando uno, en determinado momento de su vida, tomando conciencia de sí, sin importar sus caracteres sexuales primarios y secundarios, opta por ser hombre o mujer. ¿Es posible, que una persona, como salido de un severo cuadro de amnesia, elige ser masculino o femenino, al azar, sin tomar en cuenta sus factores genotípicos y fenotípicos y los aspectos psicológicos que ello guarda?

La sexualidad humana hace música. Los conceptos, sobre la sexualidad humana, hacen música. “El Trovador”, de Giuseppe Verdi, en su versión completa, suena en la amplitud del Universo de los conceptos. Sus ondas salidas del manantial del intelecto se distribuyen como en un mar espacial diluyéndose poco a poco en su viaje hacia las profundidades del cerebro. Aquellas otras ondas, que nacen de los mares de las corazonadas, amplificadas por la raudas órbitas de los mundos allende en la negra noche que aún falta por descubrir, se amplifican como tormentas siderales rompiendo las barreras cerebrales.

Heme aquí, que traigo una pequeña historia, propicia para el momento: «Había, una vez, un lobo llamado Mamuray. Había sido, este, adoptado por su madre cuando aún era muy pequeño. Los días pasan, y todo lo que aprende de sus padres, de sus hermanos y de la manada, está íntimamente relacionado a su especie: a la de los cánidos depredadores.

»La manada vive en un bosque cálido. La tierra feraz entrega abundante caza, aún el más débil de ellos, al torpe y lento, el lobo prohijado en el momento en que su madre, la hembra alfa del clan, perdiera accidentalmente a sus propios retoños, medra robusto y feliz.

»Mamuray, tiene una inteligencia natural muy diferente a la manada. Y paulatinamente lo va demostrando. Comparándose con sus hermanos, en algún momento de sus observaciones, cuando superó la etapa de pequeño cachorro, llega a la conclusión de que no es igual que ellos. Sus abstracciones le dicen que su cuerpo carece de la recia pelambre que a aquellos los cubre; sus patas son tan largas, surrealistas, que no le permite desplazarse con la facilidad cuadrúpeda que quisiera; los dedos, de sus cuatro extremidades, son tan extraños, y demasiado largos, seguidos de una ensanchación plana y enorme. Sus garras tan delgadas y planas, de poco le sirven para un uso ordinario, pues se le rompen y sangran. Se sabe lento en los juegos y no puede seguir a la manada en las carreras, si no es con enorme dificultad. Una fuente de agua, añadiendo a estas desemejanzas suyas con las de sus hermanos, le ha mostrado su rostro: ¡No tiene esa larga nariz ni esos afilados dientes que todos ostentan orgullosamente! ¡Sus ojos, oscuros, como extrañas islas rodeadas de un blanco que nadie tiene! ¡Sus orejas, son simples muñones a los costados de la plana cara y no encima de la cabeza!

»En medio de estas y otras imperfecciones, que le convierten en el peor exponente de los de su especie, para sorpresa suya, cuando menos lo esperaba, descubre que sus feas patas delanteras, son prensiles. Con estas puede coger ramas, bayas, y otros objetos a su alcance, ¡lo que sus congéneres no pueden hacer! Rompiendo las estrictas reglas que la naturaleza les ha entregado a los lobos, con estas extremidades, puede fabricar simples cosas, y hasta rústicas herramientas. Exultante, y presumido, en algunas oportunidades pudo colgarse de las ramas de los árboles y ¡alcanzar, trepando con sus extravagantes patas, lugares inaccesibles para los demás!

»Su vivaz observación crece ante cada descubrimiento, su conocimiento es acumulativo. No hay otro lobo con esa sed de conocimiento. En algún momento de estas comparaciones, se ha detenido a reflexionar en aquella particularidad externa muy importante que diferencia a sus congéneres y los separa en dos grupos diferentes: en aquellos que tienen unos apéndices permanentes que les sobresale del vientre y entre las patas traseras y aquellos que no los tienen. Los que tienen esos aditamentos, no pueden traer y amamantar nuevos integrantes del clan, como si lo pueden hacer los que no lo tienen. Se identifica con los primeros, él también posee esos atributos que sobresalen de su vientre y entrepierna, aunque los suyos son un tanto diferentes.

»En una de sus excursiones por el bosque, Mamuray ha visto, a lo lejos, a unos seres deambulando por entre la copa de los arboles. Colgados, de manos y pies, estos habitantes de los árboles, se desplazan, con la misma facilidad y rapidez que los lobos por tierra. Esta visión, sagazmente, le hace decirse: “¡Soy más parecido a estos arborícolas, que a mis congéneres!” Estando de caza, en una estación lluviosa cuando los ríos se tornan caudalosos y ruidosos, pudieron acorralar a uno de estos individuos de la selva y, antes de devorarlo, con una rápida mirada pudo confirmar sus últimas conclusiones.

»El tiempo pasa. La primera generación de lobos que Mamuray conoció, y la que precedió a esta, ha muerto. Y como siempre, su memoria, va acumulando experiencias, conocimiento, no como los de la manada. En el bosque hay cosas que no cambian y cosas que sí cambian. Algunas cosas están ahí, por siempre, y otras cosas son tan fútiles que llegan y se van casi enseguida. Los viejos arboles, permanecen; la vida animal es trivial.

»Una noche, cuando la luna brillaba en lo alto, por encima del follaje de los gigantes del bosque, de algún lugar del vasto escenario iluminado por el plenilunio, del territorio de otro clan de Canis lupus, vino un aullido especial. Muchos aullidos hay en el lenguaje de estos animales sociales, pero este es diferente a todos, su mensaje describe a una especie de controvertido animal que ha llegado a los dominios del clan.

Esa especie de animal, frágil y manso de aspecto, pero muy peligroso y de escondida perversidad, sin armas naturales pero letal cuando se lo propone; lento, pero capaz de suplir esa deficiencia con monstruosas extensiones; torpe de olfato, oídos y de ojos, pero con instintos mecánicos que pueden superar los sentidos naturales de cualquier otra especie viva. Un monstruo de quién se tiene que desconfiar. Ha llegado para destruir.

»Un día cualquiera, guiándose por el aullido de uno de sus hermanos de manada, y cauteloso se acerco a la orilla de un claro del bosque. En el centro de este lugar despoblado de grandes árboles y rocoso, sus ojos divisaron unos extraños objetos, unas tiendas humanas que en ese momento le pareció surrealistas, ilógicas, en su mundo en donde todo nace y todo muere. “¡Esa cosa... está hueca por dentro y... de ella sale un...!”, se dijo con los instintos aturdidos cuando algo brotaba de uno de esos compartimientos humanos. “¿Pero que es eso...?”

»Eso, es un hombre. Un hombre, exactamente igual a la descripción dada por los agudos decibelios de las gargantas de sus lejanos hermanos que primero los vieron. Un bípedo enigmático, cubierto por un pelaje... no ordinario.

»Mamuray observa que esa singular criatura, no está sola. Viene acompañada. Pronto los ve reunirse en el descampado junto a una llamarada amarillenta que echa humo. No puede evitar compararse con estos nuevos vecinos y sacar nuevas conclusiones. En nuevos episodios de furtivos cotejos, en los siguientes días, y tras verlos nadando en el río sin sus acostumbrados pelajes, finalmente le hacen decirse íntimanente: “¡Soy humano!”

»Pero, un momento, “¡Me parezco más a esos individuos de anchos hombros, sí! Aquellos otros, de anchas caderas, ridícula cintura y sobresalientes pechos... me recuerda a aquellos de mis congéneres, los lobos que traen crías al mundo.”

»La sed de conocimientos de Mamuray es inmensa. Él es el centro de todas las cosas, en sus comparaciones. Después de cada descubrimiento, le vienen hondas reflexiones...»

La naturaleza, en suma, es maravillosa; tratándose de seres vivos, especialmente en la especie humana, no deja nada al azar. Mujer y hombre, están controlados, tratándose de sus caracteres sexuales primarios y secundarios, por muchos genes, y no pueden ser modificados por simple elección, ni siquiera por el medio ambiente como sucede en algunas especies primitivas.

El conocimiento humano, de si mismo, incluido de su constitución sexual, masculina o femenina, es por etapas y está controlada por los genes. La salvedad sucede cuando existen problemas en estas unidades de almacenamiento de información genética. Alguna mutación perniciosa hereditaria o adquirida en algún momento de la vida, puede permitir una apreciación alejada de lo que afirma el genotipo humano.

Somos seres psicológicos, y no hay duda de que estas características humanas, poseen una base genética que los sustenta; nuestra psicología, si no tuviera esta base, no existiría. Nuestras virtudes y nuestros defectos, tienen un sustrato genético inactivo, que puede ser activado debido a muchas circunstancias. Y es posible, también, de ser desactivados después de haber sido activado. Traemos dentro de nuestros genes caracteres muy viejos, de etapas primitivas de la evolución de las especies, genes que alguna vez, tratándose de la superviviencia de las especies, permitían el trastroque sexual, de hembra a macho o viceversa. Son genes que permanecen en lo hondo del baúl genético; debido a alguna mutación perniciosa salen a flote produciendo una confusión de las percepciones sobre la sexualidad propia. Estas mutaciones pueden activarse en cualquier momento de la vida de la persona o permanecer inactivas de por vida, mucho depende de la influencia externa.

La actividad psicológica humana, está relacionada con la activación o desactivación de estas mutaciones defectuosas. Nuestras virtudes o nuestros defectos, ocupan espacios en el genoma nuestro, si no fuera así, jamás se manifestarían en nosostros, en nuestra vida diaria. Lo cimentamos en nuestra psíquis, por lo general de manera subconciente y es posible salir de ellos, con el debido procedimiento en donde prime la voluntad nuestra.

 

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La naturaleza, en sí, es nuestra propia naturaleza. Todo lo que vemos en nuestro entorno cercano y en el lejano, lo tenemos dentro nuestro. Sí en nuestro interior hay miedos y dolores, allá afuera, pondremos de nuestra parte destrucción y muerte. Un interior lleno de amor y cordura, entregará paz y salud.
 
Cada acontecimiento nuestro no es otra cosa que Filosofía que se escribe constantemente gracias a aquella fuerza permananente que nos empuja a actuar, fuerza a la que llamamos vida. Todo lo colocado sobre la superficie del planeta en que vivimos actúa de acuerdo a las lineas escritas desde un principio por la genial mano de la vida. Además, podemos añadir, aquí en este libro de la vida, algunos versos propios, versos que pueden fluir líbremente como el agua; allá calmará la sed o se convertirá en la atmósfera que respirarán otros seres vivos. Es posible desmenuzar estos versos, pulverizarlos en pigmentos y con ellos untar sublimes telas.
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