En esta muestra, pongo a vuestra disposición un número reducido de pinturas mías. Estas, todas, han sido pintadas en la decada de los noventa y fotografíadas entonces. La resolución y calidad de las fotografías, de las que pude rescatar, no son las óptimas y esto salta a la vista desde un primer momento.
En estas pinturas he utilizado pigmentos habituales de los óleos combinándolos con las de los esmaltes. Es sabido que los pigmentos, en caso de las pinturas, son polvos muy finos que reflejan o absorven la luz, y que de ello obtiene su particularidad coloreada. Gran parte de la belleza de una pintura se debe a la combinación inspirada de estos pigmentos... sustancias inertes de la naturaleza que toman vida gracias a la sutilidad de una mano y del pincel que la unta. La vida siempre toma sustancias inertes para poder vivir, la vida sin las sustancias inertes no podría vivir.
Óxidos inorgánicos son embadurnados en una tela cuando la inspiración y toda la poderosa influencia de la musa apropiada susurra en el corazón humano una de sus tonadillas auspiciosas. Sulfuros e hidroxidos, se añaden y combinan a aquellos con la saturación que el momento, con todos sus eventos emocionales que las circunstancias humanas ajenas desenrredan de su ovillo de dramas. Cromatos y algunos polvos orgánicos, con toda su fuerza emocional y emotiva de las propias vivencias, también estan presentes en esta tenue concepción... mientras haya un espacio por llenar en el universo del lienzo.
Aquellas criaturas, sean estas de seres vivos o inertes, que decidieron tomar cuerpo de óxido férrico sobre la piedra antigua, son inmortales; aquelllas criaturas que hoy se animan a posar sobre una tela estan convencidas de su futilidad. ¡Ah!, ¿en qué momento nos animamos, a añadirles a los óxidos, aceites de poca importancia? |