La literatura no nace de otra matriz que no sean los mismos cielos e infiernos de donde brotan todas las letras y las artes: Nuestros interiores.
Tenemos que comprender que mientras no nos conozcamos íntimamente, tenemos no otra cosa que infiernos aquí adentro. Por lo tanto, tenemos que descender a estos submundos para conocer a nuestros personajes, a la multiplicidad de criaturas lloriqueantes y absurdas que las habitan. De nuestros infiernos, nosotros las sacamos a la superficie exactamente iguales, llenos de grosera suciedad; pero podemos conocerlas perfectamente y con un gran esfuerzo, podemos eliminarlas, reducirlas a polvo y luego con esa misma materia crear anatomías perfectas, llenas de majestad, inocencia pura o total experiencia y absoluta serenidad. ¡He aquí, el paraíso de nuestro interior!
En esta Génesis creativa participa esa misma vitalidad que ha originado, desde siempre, galaxias, planetas y al propio hombre, la vitalidad de una simiente permanente; nadie quiere engendrar un hijo defectuoso.
Mis novelas, sin obviar a mis poemas, son metáforas filosóficas. Encierran profundas realidades psíquicas y sus manifestaciones corporales en la vida diaria. Sus personajes son alquimistas o simplemente humanos... que han llevado la luz del sol y los colores de la vida a sus desconocidos interiores. He aquí a uno de esos personajes tomando el plomo que endurece su corazón, esa oscuridad que lo aleja de la realidad objetiva y que no es otra cosa que una enfermedad permanente, legada por sus primeros ayos, en la que los hombres suelen sumirse desde que nacen. Nuestro personaje, observa el metal innoble, lo analiza, lo desmenuza, lo estudia en todas sus profundidades y al final con un esfuerzo de rotunda rebeldía lo transforma en oro puro. Es común encontrar también criaturas humanas que aman el plomo, gustan del plomo y quieren convertir en plomo todo aquello que ven, son alquimistas de una senda oscura.
Todo lo existente proviene de una simiente, todo se origina de una semilla, nada hay que ignore esta regla trascendente de la naturaleza, y por lo mismo el trabajo por convertir en oro todo aquello del vil metal, tiene su asiento en nuestra simiente. Toda génesis habla de procesos sexuales.
Somos seres totalmente sexuales. Los personajes que habitan en nuestras obras, por muy pequeñas que sean estas obras, son totalmente sexuales; esto es obvio, basta hacer un verdadero examen de ellos. El sexo nos redime o nos condena, todo depende de como usemos de esa fuerza omnipotente que gobierna la naturaleza entera. Dios es absolutamente sexual.
La Fotografía, es el trabajo con la luz. Los infiernos siempres son oscuros, son lóbregos y es necesario descender hasta sus profundidades si queremos conocer toda su realidad. Un vestíbulo de cristal guarda su oscura boca, su verdadera puerta, que puede estar muy lejos o tan cerca de nosotros... Una antorcha en la que arde un rayo de luz, nos servirá para ver el tortuoso camino que conduce hasta el corazón mismo de nuestros dolores... un manantial de donde brotan las criaturas más deformes y repulsivas. Los infiernos siempre son desagradables, porque está habitada por lo desconocido.
Iluminar a estos esperpentos, con la luz que llevamos, será una experiencia sobrecogedora, abrumadora, los veremos en toda la extensión de su oscura realidad. Armándonos de valor conoceremos a un sin fin de estas bestias y comprenderemos que es imperioso llegar al corazón mismo del submundo para acabar con su delictuosa existencia. El camino que conduce a la capital de las sombras no es sencillo, requiere de perseverancia, voluntad y acción permanente. Una gran aventura como esta, tan vital, no es instantánea.
Llegándonos a la misma matriz del tártaro, con la luz de nuestra antorcha..., la luz que hemos tomado del sol, ¡lo incendiaremos todo! Llenaremos de luz el Tártaro.
¡Ah, la Pintura! Aquella maravillosa criatura que también nace de las profundidades nuestras, de aquellas regiones donde el Leteo y el Eunoé serpentean en esa perpetua noche de dolores y pesares. Es necesario entrar en estas regiones de espanto, llevando el candil del corazón encendido; solo así podremos iluminar nuestros pasos en esas regiones donde Cerbero ladra. La lucidez nuestra nos permitirá conocer regiones insospechadas por el intelecto. Caronte nos pedirá unas monedas de suprema voluntad, la de la redención nuestra. En las profundidades del infierno cabalgaremos en Cerbero y en su lomo llegaremos hasta ese barro inmundo del que están fabricados nuestros dolores, los amasaremos, los purificaremos y les daremos luz...
Toda creación está relacionada con la sexualidad. Nada hay que escape de esta regla permanente. Tomamos de nuestro interior lo que allí hay, y lo sacamos al exterior, sin cambios ni modificaciones. Sí allí hay dolores los sacaremos al exterior sufrientes; si allí hay serenidad y quietud se manifestará exactamente igual en el exterior. Es importante conocer este interior para producir cambio y mejoras.
Mis pinturas y dibujos van más allá de lo ordinario, para introducirse en la dimensión donde se desarrollan nuestras vivencias psíquicas.
El mundo donde pasamos la mitad de nuestra vida, noche a noche y en otros momentos tan necesarios mientras el cuerpo físico descansa, es tan real y nada nos dice que no existe, al contrario es evidente. En ese mundo, somos verdaderamente lo que somos. |