 |
BURÓ DE POEMA |
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TRIGO SEMBRADO |
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1.- PÉTALOS DE FUEGO |
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2.- LUNA |
En el estío permanente,
donde la tierra es un arenal,
ardiente de día y helado de noche,
vive esa luz.
Es una flor,
con alas llameantes,
y ha hundido sus tallos y sus raíces
en sus alas.
No podría medrar en los bosques húmedos,
ni en los bellos jardines;
ha huido de allí
pues la comodidad del agua que a todos gusta
y la tierra humosa que a la vida sustenta,
extinguiría sus alas.
Es en la soledad de la inmensidad
donde fructifica sus pétalos.
De noche,
del infierno helado,
toma las estrellas y con ellas unta sus alas;
de día,
del averno candente,
toma el fuego con el que enciende sus alas.
El desierto es inmenso,
abarca la vida toda
y la abraza completamente con sus destrezas,
no la huye.
Allá me fui,
y sentado sobre sus arenas,
inquiriendo al helor y al calor,
muy pronto me convertí en sus enhiestas dunas.
Ahora, pasado el tiempo,
en algún lugar del arenal,
está todo aquello que se sostiene de mis vértebras;
no sabría decirlo dónde
con tanto viento que ha soplado en el tiempo.
Sí, velo aquí
en la inmensidad desértica
y mis ojos cerrados escrutan esa flor.
Pronto, que es como mil años,
la flor con su fuego empieza a arder en mi coxis;
y luego en otros miles de años más
arden otras seis flores más
en diferentes partes de mis vértebras,
arriba siempre.
Son siete fuegos,
que queman,
que brillan,
que dan luz.
Allí, en el desierto,
arde la llama de las siete flores,
como siete estrellas que guían al caminante
cuando se adentra en lo desconocido..
Siete destellos luminosos,
aún pequeños,
como brotados del golpe del pedernal
para la yesca que debe calentar la intemperie de la/ noche
o humedecer los labios del sediento día
con un fuego que no es el suyo.
Una llama que empieza a incinerar el tablón donde arde. Lame la madera y se nutre con ella.
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Una senda abierta
y por ella me iba caminando.
Allá abajo las luces de una ciudad cintilaban
como una galaxia en el sueño
de cada uno de sus habitantes.
Me detuve junto a una gran piedra,
y mientras mi silueta se dibujaba
dentro del disco de plata del cielo de la noche,
declamé mis recientes versos.
La ciudad oyendo mis cánticos,
se arropó en sus gruesos abrigos,
para escapar su piel del miedo.
¡Aúllan mis versos!,
convirtiendo a la noche en feroz fiera.
Cazadores subieron la senda,
se llegaron hasta la piedra
de mis declamaciones
y yo ya no estaba allí.
Pero los ecos de mis versos sonaban
en todas las distancias,
ya en la ciudad,
ya en sus bosques,
ya en sus cielos,
ya en sus oídos,
ya en sus pieles.
Alguien vio el fulgor de mis ojos
en las temidas tinieblas del descampado;
y la inocencia mía
lo espantó.
Cerré mis ojos
y los abrí en la ciudad;
y mi ronroneo amistoso
volvió a espantar.
Cerré mis ojos
y los abrí en medio del pupulacho
que se armaba para destruirme;
y mi encorvada humillación
también los espantó.
Suenan aullidos por todas partes,
en la vigilia,
en los sueños,
de todo aquel que nace de matriz.
Cerré los ojos
y los abrí por última vez,
en la sombra donde jugaba un cachorro humano;
mi inocencia y la suya se pusieron a retozar
gruñendo versos.
Allá arriba, hay un agujero por donde se puede ver el sol.
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3.- CHARCO |
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4.- LAPSO |
El inclemente sol ardía entre los carbones de la fogata;
las cenizas de sus carnes consumidas por las horas,
es la blanca arena del desierto
que repta rumbo a la noche.
Huellas hay en este desierto,
son infinitas,
tantas como los pies que la hollaron.
Pies de tanta gente
y solo míos.
Agua hay en esta drasticidad de sed,
agua que solo olfatos de rosas y flores puede encontrar.
Es el perfume que las cenizas del sol
necesitan para diseñar raíces y ramas.
Me extravié en la inmensura blanca de este desierto.
El espejismo me trajo la mar y una barca.
Navego en la barca manida.
El agua marina refleja mi rostro,
mi rostro que se confunde con miles de otros rostros
que el agua refleja.
Pero no sabría yo decir
cuál de estas caras del espejo líquido es mía.
Y tal vez,
si alguien me dijera que todas son mías,
no le creería.
Un espejo colgado de un clavo, en una vieja pared. |
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Soy el que teje el tiempo, palabra a palabra.
Fracciones de tiempo he puesto
en cada cosa.
Un último esfuerzo mío
ha colocado árboles en un erial.
Un poco antes de esta aventura
me atreví a darle sonido al corazón de un niño,
Mis puntadas aún suenan en su pecho.
Antes aún,
mis engranajes hilaron las olas del mar.
Hoy es posible oír sus requiebros en las playas,
y en los silencios abisales.
Alguien me pidió explicaciones escritas
sobre la arena de los desiertos.
Le dije que mis puntadas roían la piedra,
y hoy es posible oírlas
cuando el simun nubla los cielos.
Por ahora,
no quiero contar
que cada tecladazo mío
también puso puntos brillantes en el cielo,
básteme decir que mis tenues versos
susurran en la inmensidad del descanso.
Una máquina de escribir.
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5.- RAÍZ |
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6.- TABÚ |
Junto a un banco,
encontré un libro tirado en el piso.
Me senté en ese banco
hecho de la espiral de un antiguo reloj.
«Permíteme sentarme a tu lado», me dijo el libro.
Levanté al libro del piso,
y lo coloqué a mi costado.
Yo mirando al frente,
viendo a la gente pasar,
y él libro también,
así estuvimos un buen rato;
hasta que el libro volvió a hablar,
y me dijo:
«¿Tú, me lees, o yo, te leo?»
En este momento, el banco,
recordando sus momentos de cuando era
el corazón de un reloj,
empezó a hacer tic tac;
a palpitar como la vieja espiral que fue,
a estirarse y encogerse,
a marcar el tiempo.
«¡Tú decides!», le respondí.
«Decido, ¡leerte!», me dijo.
«Vas a perder tu tiempo», le dije.
«Pero, ¿por qué?», me dijo.
«No soy nada interesante», le dije.
«Eso, ¡ya es interesante!», me dijo.
«¿Lo crees así?», le dije.
«¡Sí! ¡Eres un libro por escribir!», finalizó.
El banco,
se ensanchaba y comprimía
marcando las horas
como si fuera una espiral nueva;
y nosotros,
el libro y yo,
permanecimos sentados en sus inquietos tablones.
Lo que las horas hacen cuando enfurecen de verdad. |
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Hay un árbol en medio del jardín;
viejo,
rugoso,
gigante,
copudo,
arraigado hondamente.
Sus hojas,
ramas,
tronco,
frutos,
han cobijado a los viajeros del tiempo.
Y heme aquí
como uno de estos navegantes de las horas,
que se han sentido agradecidos
del sustento encontrado entre sus ramas.
Hay de aquellos
que se han guarecido en su sombra,
con anterioridad,
cuando la ferocidad consanguínea
aplastó sus lomos;
y ahora ellos han olvidado esa anterioridad
y su ferocidad consanguínea
intenta aplastar mis lomos.
No siendo suyo,
lo han tomado por asalto
y bien que lo convirtieron
en un instrumento
que yo podré usar
cuando mi ferocidad consanguínea
intente aplastar otros lomos.
Tu Babel, no es mi Babel.
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7.- TIMBRES DE VOZ |
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8.- NUMEN |
Dos vías;
una de ellas hacia el amanecer
y otra hacia el anochecer.
La voz que va hacia el levante
y la que se dirige al poniente,
empezando en el mediodía.
La que trae la vida
y la que lleva la muerte.
Dos voces,
una garganta.
El canto que retrocede hacia el verano y la primavera,
el mismo que avanza rumbo al otoño e invierno.
He sentido su fuerza brutal
arrastrándome hacia la materia;
y lo he sentido arrullante
meciéndome dentro de la cutícula de las ideas.
Es el reloj que retrocede minuto a minuto,
hora a hora,
día a día;
es el reloj que avanza minuto a minuto,
hora a hora,
día a día.
Dos perfumes. |
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He cerrado mis ojos gitanos
dentro de la caparazón del instinto.
Allí,
en las sombrías veredas de los temores,
las musas son despóticas;
en la tierra ellas
colocan devoradoras fauces tiranosaurias;
llenan los mares de insaciables liopleurodones;
y en los aires ponen a volar espantosos pterosaurios.
Descargan tormentas en todo cerebro.
Todo corazón es un precipicio
donde Dante escribe
su Comedia de dolores.
He abierto mis ojos gitanos
dentro de la nacarada brillantes de la intuición.
Allí,
en los lúcidos caminos de la serenidad,
las musas son la belleza absoluta;
en la tierra colocan siete flores;
los mares sublimados se unen a los cielos;
y los aires alimentan toda salud.
Dejan abierta la puerta de los Céfiros,
Keter, Chokmah y Binah, brillan incandescentes
en nuevos párrafos de Dante
cuando escribe su Comedia Celeste.
Es música, es danza, retumbando silenciosamente dentro de las cáscaras craneanas. El lóbulo derecho y el lóbulo izquierdo del cerebro, en acción. |
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9.- ECLIPSE |
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10.- DESTELLO |
Recuerdo, de aquel día,
de nuestra visita al centro del mundo;
cuán largo el trayecto,
fatigoso.
Tú llevabas una afilada espada
y yo tan solo una antara y un pinquillo.
Abrías mi camino,
lo desbrozabas;
yo simplemente avanzaba,
siempre a veinte pasos detrás.
Nadie aún había caminado por esa senda,
ni nadie la conocía;
y todo ser que enraizaba la tierra,
era en esos oscuros campos
una fiera de afilados hocicos,
la que talabas,
la tirabas por tierra
y yo avanzaba,
contrito,
viendo sus sangrantes tocones.
Donde había agua,
el mar se teñía de rojo;
donde había cielo,
se inauguraba un coagulado crepúsculo;
donde había tierra,
los torrentes de fluido carmín abrían hondos cañones.
Al final,
cansados de tanta epopeya,
en el mismo centro del mundo,
en el interior de un inmenso cáliz de plateada roca,
coloqué la semilla que yo llevaba
y tú protegías.
Sonó el verbo de la antara en mis labios,
y dándole el pinquillo al señor viento,
hicimos con él un dúo;
un par de músicos
que ahora tú protegías de los dentados hocicos
del ácido chirrido de la ira ambiental
que erosionaba toda vida
así como a cada piedra.
En fin,
en el centro de la vieja luna,
la semilla se convirtió en árbol;
y el árbol produjo colibríes en sus ramas,
escarabajos coloreados en su tronco,
y piedras preciosas en su raíces.
Cuando el plenilunio decae.
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Empecé a caminar
cuando las alas de mariposa del tiempo
aleteaban sobre la flor luminosa
de una neurona naciente.
No eran pies los míos,
ni pechos reptantes de sierpes,
ni aletas de peces acorazados,
ni seudópodos de cnidarios extintos.
Eran,
el propio aroma del barro caliente
donde se amasan pléyades;
la huella digital de explosivas burbujas
llenas de ansias de vivir
cuando los labios del firmamento gritaban: "¡Fiat Lux!";
el sencillo néctar de la rosa plantada
en la primavera de todos los tiempos y
muriendo al inicio del invierno de la eternidad.
El lago donde di mis primeros pasos,
hoy guarda mis huellas;
su líquida piel rubicunda de fuegos efervescentes
ha endurecido hasta el colmo de la piedra.
Y allá voy,
incesante,
erosivo,
irradiando helio por cada poro;
dándole forma humana a las tinieblas.
En mi vieja cueva, sacando chispas al pedernal. Encendiendo el anafe del amanecer. A lo lejos, pasta una manada de lanudos elefantes. Es el invierno y en esta parte del mundo abunda el oro fundido; al otro lado de la montaña, están los moldes de las joyas en los que se vaciará este líquido cegador. |
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11.- PERNOCTAR |
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12.- HOJA VERDE |
Llevo monedas en la cartera,
aquellas que tomé de mi hacienda
cuando las centurias crecían como colosales árboles,
en los primeros tiempos.
Entonces era el Carbonífero de las intuiciones,
donde los gordos frutos del ADN fresco
colgaban de toda planta,
y aún no había la suficiente boca para comerlas.
Era el Edén para los ojos,
de los nictálopes que veían el porvenir;
ojos que hincaban
en las propias entrañas oscuras;
y en el paraíso del estómago
de las gomias que mordían toda nuez
para esconderla bajo el pie del árbol.
El tiempo es esa escalera de caracol
que aquí empezó con el primer escalón
que no lleva a ninguna parte,
salvo a las propias entrañas.
Desde este escalón
había que invertir en monedas de ADN
cortándolas de las mejores plantas.
Fue tiempo de cosecha,
hoy es tiempo de siembra;
nunca fue tiempo de guardar.
El rastrillo que cierra un camino. La puerta abierta del camino de al lado. Dos sendas donde los pasos dejan huella; los caminos de la evolución o la involución. |
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Me siento en un sillón,
tomo un libro,
abro el libro.
De en medio de las hojas,
sale volando
una mariposa,
cuyas alas líquidas,
como el agua de dos vasos
arrojados al aire
echa arcos iris.
De otro capítulo,
donde un capitular canta una enorme vocal,
emerge un pez coloreado por el aroma de los corales.
De entre las hojas que el azar trae a mis dedos,
salta una manzana
y el rebote lleva a la fruta hasta otro libro abierto,
donde desaparece.
Hay tantas hojas en este libro,
que me pasaré toda la semana
leyéndolo.
La mano afectuosa que saluda a otra. El caño donde beben niños sedientos que juegan. |
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13.- FORTUNA |
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14.- COLORES |
Al anochecer,
cuando en el cielo ya negro surgen luces que titilan.
En ese momento
la luna es una fuente luminosa
colocada sobre el dintel de la puerta.
Los cráteres, circos y polvo lunar,
alumbran mis pasos
que se pasean por una orilla del remanso nocturno.
En la rama de un corpulento árbol
pernoctan dos aves.
Las aves observan la Cruz del Sur.
Las estrellas las han guiado hasta aquí
y se quedarán ahí
hasta cuando la estrella Polar
remplace a la Cruz del Sur.
Soy la noche,
mi cabalgadura es la otra ave.
El oasis. La sombra de una palmera. La miel del fruto maduro, sorbido por el asueto.
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El barro coloreado
de cada emoción humana
yace en diferentes frascos,
miles de frascos.
Me unto las manos con alguno de estos lodos
y con los dedos embadurno un lienzo.
La tempestad guardada en uno de estos frascos,
con salvajes trazos,
pasa a formar
el rostro de una fiera gruñendo
a sus propias entrañas carnívoras.
La calma que llena otro de los frascos
toma forma junto a la fiera,
su rostro de la alegría susurra
en lenguaje femenino.
Lo bestial y lo bello
en un lienzo.
Cuando la ciudad sonaba a zampoña. Cuando los bombos eran gotas de agua golpeando la superficie acuosa de la música. Había otros tantos sonidos, también, saliendo de caracolas de metal y pintando toda piel humana.
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15.- ORTO |
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16.- AL CALLAR |
Llueve... llueve.
Una nube encima de la ciudad
deja caer letras.
Tantas letras,
sacadas,
de todas las bibliotecas del mundo.
Camino bajo esta lluvia;
me empapa esta lluvia.
El pavimento se empapa;
surge un río con esta lluvia,
que corre por las calles.
Mis pies nadan en estos ríos,
pilotando los barcos de los zapatos,
salpicando las paredes con texto húmedo.
La ciudad es un libro abierto,
sus paredes están escritas
con capítulos de novela
que escribí con los pies.
Un gorgorito es una gota de lluvia que permanece como una perla sobre el tejado. Salta a veces sobre las ramas de este. Me mira, le miro, y ambos hacemos música de tejado mojado.
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Me senté en la silla,
descolgué el bolsón de mi hombro
y lo deposité sobre la mesa.
Saqué mi arrugado cuaderno,
y lo extendí sobre la mesa,
sus dobladas esquinas de pergamino
las que mis inquietos codos urdieron,
se ovillaron más.
Cogí mi viejo lápiz de grafito;
ya el tajador había desmembrado tanto
que su madera era la que más pintaba.
Dibujé,
en la hoja semisucia del cuaderno,
un dragón,
que salió volando del aula
ante la mirada sorprendida de mi mentora.
El bus se deslizaba por la carretera entre las montañas de chocolate.
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17.- AROMA |
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18.- ECLIPSE |
Tengo los pies descalzos
y camino sobre el rocío
que la mañana colorea.
Al final del camino,
una rosa negra,
pintada
por la noche que se fue;
con los pétalos
repletos de estrellas,
susurra una canción.
La flor negra,
canta,
solo para mis oídos.
La flor negra,
brota de la tierra,
o cuelga del cielo,
y debo decir que,
si tus ojos la ven negra,
no la estas viendo
y si no la sientes cantar
es porque no la estas aspirando.
Cuando los rayos solares tendían caminos entre las nubes. Escogí una de esas sendas, y, por allí me vi caminando sobre el oro de la mañana, adentrándome dentro del círculo de la lumbrera que nos da el día.
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Mis pies
dejan huellas en el polvo de siempre.
Allá estoy otra vez,
caminando en aquella senda
que humanos hicieron
cuando aún reptaban.
Cuando algunos de ellos aún comían de ese polvo
amasado con algo de agua,
la degustaban con la raíz.
Polvo negro,
polvo de estrellas,
polvo de anhelos,
polvo de intensiones ahora muertas.
Hubo lágrimas
que se acumularon en mares,
aguas ahora secas.
Todo es pasado
como su cielo
o su tierra
o sus hombres y sus mujeres.
Cráteres hay allí,
que mi voz creó
golpeando sus entrañas cuando el polvo aún vivía.
Como ayer,
hoy,
para mis manos
no hay nada muerto,
soy la vida
y a un lado de la senda
dentro de la nada
coloco una semilla
que parirá al sol.
Las calles son espejos. Son libros. Son rostros que los diarios no publican.
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19.- LODO |
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20.- LIBERTAD |
El aldabazo en el grueso portón
ha sonado a luengo eco
de estancia grande.
Nadie responde.
Oídos hay allí adentro,
y ojos,
de vacío absoluto.
El portón se abre,
no por gracia mía,
acudió para decir su nombre
en vez de preguntar.
Una huesuda mano surge,
me llama,
y yo simplemente acudo.
Nos sentamos en el perfil
de una ventana que da al mundo
para platicar.
La mano esa que en las sombras no es otra cosa
que la de la absoluta belleza,
es un fuego que consume
y como llama que es arde en una bujía
en medio del tiempo.
¿Belleza o sabiduría?
¡Dios mío!
¡Cuánto confundo las cosas!
Con un paso empieza todo. Con un paso termina todo. Algunos pasos suelen continuar aún cuando el camino se acaba. La calle abierta de día, de noche suele dormir... y soñar no es de su propiedad.
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Me alejé algunos pasos de la puerta perenne.
Hoy he vuelto por esos pasos,
y encontré esa puerta cerrada.
El pesado aldabón que cuelga junto a la cerradura
tiene el rostro de una fiera,
y me gruñe.
Sé que tiene el poder de los miedos
para colocar en el corazón de los que huyeron
de sí mismos,
pero yo no huí,
simplemente salí a dar una vuelta
por la inmensidad.
Volví y pongo mi mano en el lomo del aldabón;
la electricidad suya mataría de pavor a cualquiera,
pero a mí me alimenta,
nutre mis nervios
y a cambio mis relámpagos le dan vida.
En el momento de la música y danza; inmediatamente después de la inercia.
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21.- IRONÍA |
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22.- AVE |
Sabes que tengo el mundo en los pies,
y a veces camino por allí
gritando la calma que no tengo.
El mundo a mis pies,
un globo de agua,
un globo de palabras
en una garganta muda.
Mi nave,
un barco de tiempos idos
que ha perdido su ancla
en un revoltijo de voces impresas.
Navego sí,
en aquel globo de líquido
que secar quiero,
pero si lo hago muero.
Cuando las sombras de la noche tomaban la luz de las farolas para maquillarse rostros que solo en la intimidad suelen usar. Ojos habían allí, observando sus propios interiores puestos encima de un tabladillo. El tiempo ayudaba, el frío aún tardaba y todas las espaldas señalaban lo que no querían ver. Había luces salidas de un clic fotográfico que empañaba el color en su propia locura, esos destellos fatuos cosecharon lo buscado. Gritaba aquel hombre una historia que bien puede ser... de cualquiera que por allí tenía los pies hundidos, hasta las rodillas, en el empedrado.
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|
La rama que sostiene mi peso
es la misma piedra
que se desprende de una corola cuando llueve.
Un sorbo de esa gota calma la sed,
construye la pared del cielo,
enciende el tizón
que dibujará libélulas en la alegría.
Volar ya no,
eso lo dejo para la tempestad.
Trinar ya no,
eso lo dejo para el huracán.
Simplemente soy un espectador,
eso es todo.
Cuando mis pasos me llevaron por una rocosa senda que culmina en lo alto de un cerro. El tiempo simplemente tomó con sus diestras manos cada saché de óleo y lo exprimió sobre una laja y de aquí sin necesidad de brochas, con los dedos, untó en el lienzo de la tarde todos los colores que yo le sugerí amablemente.
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23.- CASCADA AL LADO |
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24.- TENGO |
Cada una de las piedras esas,
tiene una huella mía,
por allí pasé
cuando florecía en las ramas del fuego.
Cada una de esas piedras
tiene una voz escondida en sus entrañas
que podéis oírla
si la ponéis en tus oídos.
Un caminante oye allí sus pasos,
todos sus pasos,
de ayer y de mañana,
los de antes de la vida,
los de después de la vida.
Huellas descalzas,
sin cuero ajeno,
con las huellas dactilares de la mañana
que se convierten en colibríes
para volar sobre las flores abiertas
de las auroras australes.
Un lugar de una ciudad grande. Una calle, un parque y un piano pintado en el piso.
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Puedo abrir aquella puerta,
tal vez haya alguna sorpresa
como aquella vez
cuando dejé de abrirla por una eternidad.
Debo subir sus gradas,
luego correr su cerrojo viejo,
introducir en el ojo de la cerradura una llave
que suelo usar en días filosóficos.
Costras de tiempo caen de las bisagras.
Empujo el maderamen cuarteado por los siglos
y me adentro en los misterios del silencio.
Un enorme dado en medio de la estancia
me pide toda su atención.
El dado debe hablar,
pero como demora en esta faena,
lo uso como asiento,
esperándolo.
Tarde ya,
cuando el dado ya es un fósil
y los muros derruidos,
la habitación no necesita de puertas
para salir o entrar.
En lo alto de una montaña. Algunas personas ajenas al sonido del tiempo prefieren calentar aquella piedra, la propia, para darle sonido propio. |
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25.- LUZ |
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26.- AULA |
Mis ojos suenan
cuando mis manos tocan mis pensamientos.
Palomas vuelan salidas del sonido
y se posan en el piso
para comer las monedas
que han caído de los árboles maduros.
Mis pies no son ajenos a la elasticidad del sonido
y camino simplemente
sobre las cuerdas del pentagrama,
malabareando cómodamente
sobre el abismo.
Boyas flotan en el líquido nocturno del mar,
sus formas de notas musicales
luego de ser arrastradas por oleadas serenas
se convierten en gaviotas
que vuelan por la inmensidad.
Un nido allá en la hondura de las ramas
acuna a los polluelos de las monedas
que en algún momento volarán
con las alas sonoras del metal,
ahora simplemente destellan
en las olas delante de un sol intenso.
Unas manos no mías,
saben que necesito de su calor
y yo sé que ellas necesitan de mi calor
para volar como palomas
en un cielo de gaviotas.
En el momento en que un largo parpadeo absorbe todos sus colores de la calle. El protagonista de una larga historia, sobre el empedrado de la vida, tiene conceptos muy distintos de la Física que sus demás congéneres y los convierte en sonidos.
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Converso con el tiempo frente a frente.
Somos tan viejos, ambos,
tan amigos,
tanto que alguien tan viejo como ambos
podría decir que somos gemelos,
que nacimos juntos.
El mismo vientre nos cobijó
y de la misma matriz salimos
marcando la pauta de un tic tac
que nuestros zapatos golpean contra el pavimento.
Lo fue ayer,
lo es hoy,
y cuando todas las cosas hayan pasado
nuestros pasos seguirán oyéndose
tan lúgubres como el aullido del viento
insuflado en una quena de hueso humano
o tan serenos como la sangre en el corazón saludable.
El tiempo ha puesto su mano frente a la mía
y me ha pedido un reto de fuerza,
que no he negado,
y hénos aquí pulsando vigorosamente
nuestras mentes,
la suya de hielo,
la mía de fuego.
¿Sabes acaso que mi mente no es solo de fuego?
¡Pero yo sé que tu mente es solo de hielo!
Temprano, un momento después en que una mano onírica colocó, sobre las sendas de tierra, losas de piedra lo que en la noche soñó. Además, colocó castillos de arena aún húmedo que el sol empieza a compactar más. |
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27.- SOPOR |
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28.- SOLO |
Me encuentro caminando entre las sombras
que mi mente ha urdido en medio de un lienzo
pintado con la negrura de las entrañas lunares.
Hay sombras perennes en el corazón de la madre del/ mundo,
aquellas que la parieron antes de morir,
aquellas que le dieron toda su belleza,
toda su juventud,
toda su sabiduría.
Ella,
la madre que ahora recoge los fantasmas de su hija,
y si no encuentra una cárcel mejor,
no soltará estas blasfemias
que ha tenido que recoger
de entre el surco de la vida que bien plantó.
Recoge ella cardos cuando colocó amores,
toma amarguras cuando colocó luces,
levanta insomnios cuando puso esperanzas,
guarda miedos cuando puso a germinar corduras.
Llegando al acantilado del plus ultra,
las luces brillan de cada coleóptero suspendido en el/ infinito,
pero los fantasmas reculan de ellas
y son las teorías que bien guardan en sus libros de/ sabidurías
y en los ilusos que navegan en solitario
intentando dar una vuelta al infinito
buscando playas distintas.
Allá atrás había fuegos encendidos entre la noche, fuegos que se desprendían de los leños que algunas personas llevaron hasta ese lugar para calentar la última noche de un calendario que ya no se usa. |
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Mi música suena,
tal que con ella he creado mi mundo
piedra por piedra,
corazonada por corazonada.
Ayer mismo, mis pies,
se hundían en el légamo
de lo que hoy es una vereda de piedra,
un camino pavimentado con glóbulos rojos,
de anhelos que saliendo de mi sangre,
se han convertido en lo que tengo por piso.
No, yo no suspiro,
no tengo tiempo para tal,
lo tiene cada respiro de la mañana
que plácidamente se posa en mis manos.
Lo tiene cada canora
que gorgea los destellos de la noche pasada
luego de posar sus diminutas patas
sobre mis hombros ideales.
Lo tiene cada can que mirándome
lanza un aullido de aquella jauría
que me espera en mi bosque durante mil inviernos
y con los que salgo a cazar los sonidos
de los cielos urbanos.
Lo tiene el lepidóptero cuando estira su larga boca
succionando los destellos del cáliz
cuyo motor bombea desde la hondura del barro
cada aletazo del arco iris.
Lo tiene el roedor en su proverbial corazón
que a hurtadillas corre entre la hierba
cuando el rapaz vigila la absoluta tierra
Lo tiene el Homo sapiens en su discurso
cuando conversa con cada roca
y la amistad que nace de esta comunión.
El viento lleva todos los aromas en la dirección conveniente, aromas que llegando a los oídos no se olvidan jamás, en fin se recuerdan cuando la constelación neuronal es atizada por la maza del suspiro. |
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29.- GOTAS |
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30.- PIE |
Un destello encendido donde ojo no ve,
en la certeza de lo real.
La luz que el viento toma
y lo lleva hacia la cerviz y algo más arriba.
La cúspide entre los ojos la hace suya
y el torrente luminoso no para
solo cuando encuentra remanso.
Inhalo... sí, ¡inhalo esa luz!
la llevo dentro de mí en una brocha
y pinto las sombras permanentes, mías.
La calma inmensa
ya iluminada me habla de un nombre
tan sutil como lo femenino.
Exhalo... sí, ¡exhalo esa luz!
la saco de dentro de mí en una brocha
y pinto los colores de la mañana con corazones.
La calma inmensa
sabe que el nombre es un mantra sagrado
y está viva
y como tal da la vida.
Inhalo... sí, ¡inhalo esa luz!
la tomo toda y con ella hago un fanal
que cuelgo en mi frente.
Exhalo... sí, ¡exhalo esa luz!
Los camino vienen a mí
extendidos sobre un arco iris
en cuyo final brilla un arca.
Me acerco al arca,
levanto su tapa quemante de fulgor
y en su cuenco encuentro una sortija.
Inhalo... sí, ¡inhalo!,
tomo el aro y
con ademán rotante
lo convierto en música.
Exhalo... si, ¡exhalo!
¿Tanta luz en mi interior?
Una mañana cuando las avecillas convertían sus trinos en rocío. |
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Sentado en un escalón de la tarde,
desgajando los pétalos del tiempo
como si fuera una margarita.
Los pétalos que caen al piso
se convierten en gotas de lluvia
que acumulan un inmenso mar.
Los pétalos que la ventura del viento
arrastra toman el aspecto
de árboles frondosos
y de grandes hojas blancas.
Un puñado de pétalos que yo lanzo a los cielos
se torna en aves marinas
que gritan y vuelan en remolino
alrededor de mi silla
rodeada de mar y arena.
Las blancas hojas de los árboles
se convierten en libros,
sobre la mesa que tengo a mi costado
y las aves marinas
son parte de las historias
que deber es leer en esos tomos.
Decir debo,
que soy parte de las historias
que esos libros tienen en texto,
y viajo en una carabela
buscando el fin del tiempo.
Una Catedral hecha con bloques de piedra labrada. |
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31.- ABERTURA |
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32.- ENTRAÑA |
Escribí unos versos en un papel,
uno, dos, tres palabras,
y hablaban y gritaban
con una garganta no humana.
Y como los versos estaban escritos
con carbón pulverizado,
el simple aliento de la noche
los convirtió en arena suya.
Los versos en su rincón de los olvidos
aún hablaban y gritaban;
un bardo ebrio se sentó junto a ellos
y tomando el polvo
lo lanzó al aire.
Por allí pasaba una dama;
ella oyó los versos y los tomó para sí,
y sonrió y miró al lisonjeador,
abrió su bolso
y guardó el carbón pulverizado
en un pequeño estuche.
Un día después,
un año o ¿quién sabe cuando después?,
esos versos aún permanecían
en la cajita de siempre.
Como nada se pierde,
aquel polvo negro fue encontrado
en un desván viejo,
y abierta la cajita
por manos nuevas.
Y entonces los versos sin prisión,
ya flotaban,
ya se iban hacia lo alto
para desaparecer por el hueco redondo y brillante
que la noche tenía allá en lo alto.
Caminando por el mismo empedrado donde dos grupos de amigos, por separado, hacían música; unos, tocaban guitarras, y otros, zampoñas y bombos.
En ningún lugar, solo paseo junto al mar.
Los puntos suspensivos que flotaban en el agua se adhieren a mis pies.
Mis pies descalzos dejan huellas en esa playa.
Cada grano de arena de la playa es una letra del alfabeto.
Y ¿qué espero? Busco las sombras de una palmera...
Llevo varios libros en mi mochila. Libros en blanco y me basta abrir sus hojas, una por una; la lectura es la única forma para escribir.
Los libros que tengo, son cocos para beber. |
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La burbuja esa que flota
en la inmensidad de la vida,
es una gota de néctar con un destello dentro.
La tomo en una mano,
siento su amor radiando
como la música de toda madre
cuando está pariendo.
Huele a paraíso,
a aquello que estando en tinieblas,
sabe que tiene los ojos cerrados.
Y camina y camina
como un diminuto grano de arena
que será embebido por una roca madre.
Es una fuente
colocada a la vera del camino
y no se agota
solo cuando no se usa.
Es el pedernal que chispas tiene
como estrellas en el cielo,
y alumbra la yesca
y calienta el horno
donde el metal bulle.
He visto la raíz del mundo
hincando sus extremos
en el corazón de la gente.
Mi armadura y mi espada arden aún con el aliento del reptil.
Todo viaje al interior humano es una aventura.
Me complazco, decir, que tengo un frasco lleno con el fluido vital de esa bestia.
Ayer estuve en el Nifelheim, tronchando al dragón.
Permanezco quieto bajo esa fronda. Allá adelante, Asgard, es el oro puro de las cosas y está junto al camino que debo tomar, luego.
El viento mueve el follaje de Yggdrasil.
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Reservados todos los derechos.
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