 |
BURÓ DE POEMA |
|
CANDELAS MEDIEVALES |
|
 |
|
1.- ASTRAL |
|
2.- EL PRECIO |
Es primavera,
y entre la vasta llanura del hiperespacio
se abre un camino.
Mi cabalgata empezó muy temprano
y esta senda
me lleva con su placidez de mantra.
Tengo a la vista
la construcción más fabulosa
que nadie ha visto,
mis pasos me llevan en esa dirección.
El sol relumbra colgado
en lo alto del cielo,
es un diamante dorado,
un prisma de muchas facetas,
y filtra los rayos del sol central de la galaxia;
su luz es un arco iris,
una aurora boreal,
que un ojo ordinario no puede sentir.
Llegando al castillo hiperespacial
cruzo su portón de piedra;
sus vigilantes
tienen a sus costados
la compañía de terribles dragones.
Un pasillo
me lleva hasta un jardín,
aquí me apeo,
el dragón que me trajo,
diferente al de los vigilantes,
más robusto,
gruñe una tonadilla de fuego.
El grueso árbol de en medio del jardín,
el árbol de la emperatriz,
está repleto de flores.
Mis manos palpan
el tronco de cristal de esta gran planta,
sus largas ramas,
sus delicados botones florales,
el terciopelo de sus pétalos.
Veinticinco flores maduras del follaje
levantan vuelo,
son flores voladoras,
mueven sus pétalos como gráciles lepidopteros.
Las flores,
luego,
con un continuado aleto
se dirigen hacia lo profundo del castillo;
no tengo ninguna duda
que todas ellas irán a posarse,
en un ramillete aéreo,
en las manos de la emperatriz.
Todas las flores
tendrán su momento para volar
cuando su metamorfosis lo permita. |
|
El véspero se va
y el sol es la última sangre del día.
La vasta pampa se hunde en la negra tinta
de los pozos de la noche,
y en medio del cansado día
mi zaino me lleva en sus poderosos lomos.
Dice la leyenda que,
tras las últimas ondulaciones del camino,
está el castillo de una mujer espantosa.
Nadie iguala la sabiduría de esta reina,
ni su destreza con la tizona,
y menos su terrible belleza.
Un túmulo de tres gradas
sostiene su trono semejante a un venenoso áspid,
y nadie más que ella puede sentarse en esa muerte.
En la diestra de esta dama hay una gran balanza
en la que sus retadores son pesados
antes de combatir con ella.
En su siniestra lleva una espada tan letal
como los colmillos de la serpiente,
y nadie ha evitado su fatal mordedura.
Esa terrible reina lleva una corona de áspides,
las cuales hipnotizan al contendor de turno.
No hay escapatoria posible
y los miles de insensatos
han dejado sus calaveras desnudas
alrededor del trono.
Otra conseja dice que el primer obstáculo
para llegar a la terrible reina,
es inevitable vencer a una inmensa serpiente
que se muerde la cola.
Ya el inicio es imposible de superar.
¿Sabrá ella que mi espada también es una serpiente?
He martillado sus filos en los propios infiernos.
|
|
|
3.- VASO DE AGUA |
|
4.- AROMA |
La luna es una perla incrustada en la noche,
sus rayos iridiscentes
son luciérnagas desprendidas
de los vientres de sus mares.
Alumbrada por esa luz
tensas tu arco
y apuntas tu saeta.
Eres la reina de la noche,
y sabes que tus armas son certeras.
La futilidad de lo que hacen las manos
que cuentan monedas en una balanza sin contrapeso,
están en la trayectoria de tu arma.
El hielo pérfido,
de los corazones sin pecho,
recibe el impacto de ese fuego.
Es el fin del susurro que habiendo salido de garganta
se abstuvo del Fiat lux.
Me preguntas si yo puedo hacer otro tanto.
Por respuesta,
yo tenso mi arco y disparo.
El dardo mío es una espiral de barruntos,
un rayo afilado emotivo,
que se hunde en la perversidad de los relojes.
Esa espina,
en ese talón,
no entiende que su agudo filo
es parte de una roja rosa.
|
|
Tomo un dardo de mi aljaba,
y tensando mi arco
lo lanzo contra las nubes.
El dardo,
afilado como un rayo,
sonoro como una tormenta,
intenso como un chubasco,
explota en la atmósfera.
Raudales de ozono se desprenden del cielo
como mariposas
y van a posarse sobre la sedienta tierra.
Cabalga la vida en esos prados
con las terribles armas
del nacimiento y la muerte;
todos la aman,
sin condiciones
y los altares sagrados
son suyos.
Mis armas,
a cambio de las suyas,
son simples juguetes de niños. |
|
|
5.- MEDIODÍA |
|
6.- FUEGO (de bestia) |
El sol es un péndulo
que todos los días golpea las dos orillas de la noche.
En este momento fulgura
en el centro de ambas orillas.
Mi caballo ha abierto un derrotero entre las nubes
y bate sus alas briosamente.
Llueve allí adelante
y nos elevamos.
No es el momento
de lanzar los dardos de relámpago
que yo cargo en un carcaj
colgando de mis hombros;
no, ni siquiera es el momento de tensar mi arco
contra la frágil tierra.
Luego mi cabalgadura trota con sus alas,
y el sol imprime nuestras sombras
sobre las praderas de las nubes.
Se levantan polvaredas gaseosas tras nuestro paso.
El sol es una explosión de luz en este momento,
y tras su poderoso influjo,
venía solapado el peligro
que afortunadamente detecté a tiempo.
Salió de su luz un guerrero desconocido;
no, no es un hombre ¡es una mujer!
y viene con una tizona en ristre.
Ella toda de rojo,
con cota de malla, espada, arco y carcaj,
es un crepúsculo encendido,
y viene sedienta de triunfo
cabalgando un rocín alado
también rojo como la sangre.
Hoy yo no llevo una armadura,
pero sí una reluciente espada
junto al arco y los dardos míos.
Y ella no es una amazona,
¡es algo peor! |
|
Sus ojos me miran con el fuego del hambre;
brillan con un rayo de sol sus largos caninos
que no han desgarrado carne alguna por largos meses;
tiembla su corpulencia de felino
paladeando ya el festín.
El crepúsculo avanza
y la hoguera del sustento nocturno mío
junto con mi infaltable azagaya están fuera de mi/ alcance,
el azar me ha alejado de toda esa esperanza de vida.
El taparrabos es todo lo que tengo.
Ya nada importa,
la vida es ese humo que escapa mientras haya leña/ ardiente;
y el hálito mío está a punto de consumirse
como el fuego que el viajero abandonó
al continuar su camino.
Mi marcha sin rumbo,
de guerrero sin terruño termina aquí,
desde que el imperio al que servía fue desolado,
sus ciudadanos desollados
y su emperatriz, junto a su corte, yugulados.
Los cuatro puntos cardinales extraviados,
me han traído este albur,
donde la fiera tiene el poder de otro imperio,
el del instinto de su geneología futura.
Algo ignora el dientes de sable,
pues el homínido que tiene en frente ahora
no es de la especie ordinaria
que habita las vastas praderas del mundo;
alguna luz modificó las entrañas de su madre
antes de parirlo.
La soledad me infunde valor,
pues el clan es mi debilidad;
el peligro es el amor
y el albur la ciencia que urge resolver.
Salta la bestia,
y yo doy un salto también evitándolo;
su rapidez de relámpago es la perfecta geometría
que no previó la relatividad que yo conozco.
El bruto es la exhalación
que yo arrastro hacia el fuego
para incinerar sus entrañas
cuando alcanzo la tizona
y la hundo en su hambriento corazón.
Hoy devoro tigre.
Y los vastos horizontes,
para un guerrero como yo,
preparado para servir algún buen poder humano,
tienen iluminados todos los caminos
con sus farolas colgando del cielo.
|
|
|
7.- HADITH |
|
8.- INFINITO (la flor) |
He viajado todo el día.
Mi corcel,
el más veloz de la estepa,
me ha llevado con su tenaz galope.
Durante la noche pasada,
el faro del alminar del castillo de Malika,
había orientado mi marcha.
Ese inmenso alcázar es mi objetivo final,
allá voy con el mensaje urgente.
En la aurora, ya,
cuando el mundo despierta de su sueño terrenal,
me llegó hasta la portentosa puerta del castillo.
Los guardianes me permiten entrar
mientras doblan la mirada hacia el piso.
Malika me recibe,
sus cortesanos visten atuendos de guerra,
ella también:
saben que mi mensaje habla de guerra.
Mi gambax está húmedo,
mi yelmo y loriga repletos de polvo;
las piedras de mi cimitarra,
dejan escapar un destello fugaz.
Allá afuera,
a un día de camino,
un ejército inmenso se aproxima,
trae la impiedad en el corazón
y con ello han forjado sus armas,
su misión es la conquista del mundo.
Le digo a la reina:
"Traigo la estrategia para frenar el avance
de los cerberos,
quienes os han escogido
como el siguiente reino por asolar."
Ella me pregunta:
"¿Cuál es? ¿Qué debemos hacer?
Le respondo:
"Enfrentar a los cerberos, será lento y tedioso.
Correrá la sangre por caudalosos ríos carmín.
La tierra de llenará de carroñeros y putrefacción.
La simple brisa se convertirá en un huracán de dolor,
Y, el sol se esconderá con su fuego tras nubes de/ hedor."
Y ella, con una expresión que sabe que viene
una respuesta sorprendente, me dice:
"Entonces... ¿qué?"
En definitiva, le digo:
"¡He retado al califa de los cerberos!
¡Combatiremos, cuerpo a cuerpo, hasta morir!
¡Él, ha aceptado, y voy a su encuentro!
En solitario, tendremos nuestro encuentro,
en medio del desierto;
el que venza en su yihad, volverá a los suyos:
ese será su triunfo."
Dice ella, finalmente, con una sonrisa segura:
"Entonces, nos volveremos a ver,
¡oh, Califa de Blancos Arreos!" |
|
Me acerqué al corazón del mundo,
una gran mansión en el azul del infinito.
Su enorme portón,
semejante a un gran libro abierto por la mitad,
escrito estaba con letras de oro y
sostenidas con clavos de oro.
Sus bisagras,
los ejes que sostienen ambas mitades de puerta,
crujieron cuando empujé su pesada contextura,
es decir,
cuando hojeé el gran libro:
leyendo es la única manera de entrar en la mansión.
Caminando me llegué hasta un gran patio
donde había una fuente repleta de metal líquido;
un caño la alimentaba con intermitentes gotas
venidas de las entrañas planetarias.
Tomé una gota, otra y otra,
y todas las necesarias;
con las que empecé a fabricar pétalos;
las vacié en moldes,
las martillé,
las esculpí
las burilé,
las pulí
las coloreé,
las perfumé.
Hice una flor.
Salí del corazón del mundo llevando la flor.
Tomé mi corcel:
una abeja en llamas que libaba en un florido prado,
la espolee con la mansedumbre,
y me llegué hasta la mansión de la Naturaleza.
Deposité la flor en la mano de la Naturaleza.
|
|
|
9.- FUEGO (raíz tempestuosa) |
|
10.- INFINITO (la rueda que gira) |
Un rayo de sol
es una gota líquida,
depositada sobre el haz de una roca.
En el envés,
de la misma roca,
cuelgan otras gotas.
Estas otras gotas,
cuando maduren,
descenderán hasta el mismo corazón
de la antigua roca que los eones pulverizaron
hasta convertirla en lodo.
El rayo de sol,
martillado con luengos pálpitos de fuego,
es la temblante lágrima
que ha escurrido del barro
hasta el mismo cerebro
que modela cristales preciosos.
Beber de estas gotas,
es posible,
para permanecer intacto.
La luz,
la piedra líquida,
es la raíz tempestuosa
que relampaguea todo árbol
que da frutos sinápticos.
Pensar,
pensar es la cualidad más pobre de las neuronas.
La luz forjada,
la perla de rocío,
sus múltiples capas de electricidad líquida,
es una nave y viaja con su navegante.
La vida,
el milagro de lo que está hecho toda cosa,
es una senda y es posible recorrerla toda.
El navegante lleva un anillo
para colocarla en el dedo de la Naturaleza. |
|
El sol brilla en lo alto,
y, a la vez,
en el cielo cintilan las estrellas.
No hay día. No hay noche.
El viento,
y todas las brisas,
tienen su origen en la garganta operística
de la amorosa naturaleza.
Los ríos,
recorren las aortas del mundo,
hacia el mar,
sutiles como las sinapsis
cargando ideas de clorofila.
La solidez de las rocas
compite con la transparencia de los perfumes;
y los pensamientos,
todo pensamiento proveniente de la razón,
es un témpano pétreo emergiendo entre estos aromas.
La lluvia,
no desciende;
sus gotas,
transpiradas de las estomas planetarias,
suben hacia el cielo;
y cuando condensan,
allá arriba llenan cálices
hechos con el aroma de las corazonadas.
Es el escenario óptimo para el vuelo
de "los que aman las flores".
En el cielo,
estos se desplazan veloces
como gotas de imaginación translúcida.
Sus alas de cristal
vibran como las intuiciones del aroma.
Sus articulados cuerpos,
no diferentes a poderosas saetas cubiertas de/ armadura,
van rumbo al origen de los vientos,
pues de esta ha salido no un canto si un quejido.
"Los que aman las flores",
son un enjambre,
una nube que avanza en pos de la música dolorosa.
La herida que exhala estos acordes,
recién abierta,
supura por cada flor del mundo el ¡ay! de la muerte; deben cerrarla.
Espadas, dardos y arcos, lanzas y hachas,
cargan sus espaldas,
lo que viene, saben,
será una lucha espantosa.
Reina y rey, al frente,
saben que el mundo es una semilla que floreció.
Una rueda que tiene que girar...,
nada y nadie puede detenerla.
|
|
|
11.- NON PLUS ULTRA |
|
12.- CENTELLEO |
Había una estatua de piedra en el camino,
llena de grietas,
abundante de óxido,
con milenario moho supurando en la piel.
Los caminantes la huían,
las alimañas, incluso, la evitaban;
solo el tiempo la acicalaba
con sus descarnadas manos tormentosas.
Era la curiosidad de los amaneceres,
y el hastío de los anocheceres;
ambos lo escudriñaban
buscando la oportunidad de la vida
en el hielo de sus entrañas.
La muerte,
en algún momento se había sentado a su lado,
le había hecho compañía;
pero cansada por tanta inmovilidad
se había ido;
ella no estaba acostumbrada a la quietud...,
a esa quietud espantosa.
El cántico de la sabiduría
y la danza de la ignorancia,
rondaban sus sienes con la diadema de la inquietud;
le hacían siempre una misma pregunta,
y sus oídos profundos como la nada
respondía con un eco.
Hombres, había,
que armándose de valor mutilarlo querían,
llevarse un trocito de piel,
algo de cabello,
un ripio de ropa,
algo de esa vida muerta
pero ¡ay!, dejaron la propia.
Los bravos lomos del tiempo,
lo soportaron hasta que no pudieron más;
pues no hay enfermedad que dure cien años
ni enfermo que lo aguante.
Habría estado allí,
en el camino,
por siempre,
y la eternidad anciana le habría pedido consejos
para la longevidad propia si,
Mama Killa,
no se habría llegado hasta su tectónico pedestal
y habría tocado su muslo,
despertándolo.
Ahora,
mil tiempos después de que la terrible mirada,
de aquella con cabellera de negros amarus,
Mama Supay,
me convirtiera en piedra,
me levanto al alba de los nuevos tiempos.
Soy Inti,
y no descansaré hasta arrancar la cabeza
de la oscuridad;
la luz de su reino colgará sangrante de mi lanza.
¡No más tinieblas universales! |
|
Me veo caminando en las aguas de un lago,
en Hanan Pacha.
Su azul purísimo,
hoy luce pintado con la evidencia sincera del mismo/ cielo;
obviamente Wiracocha ha usado pinceles
untados en el cuenco donde reposa la linfa de sus/ aortas.
En el plus ultra del lago se divisa un castillo,
cuyas piedras,
todas,
son de veinticuatro ángulos.
Si quieres contar sus esquinas,
no lo conseguirás;
si porfías solo esferas y más esferas verás;
es por esta razón que flota sobre las olas.
Pachamama reposa en el castillo,
está preocupada.
La protegen poderosos amarus,
cuyos aspectos ningún mortal puede soportar sin/ morir,
pese a ello hoy no se siente segura,
la amenaza de Supay está vigente.
Me llego al castillo,
y la consabida consigna
me lleva bien pronto hasta el trono de la reina.
Mi armadura,
de algodón y remachada con escamas de oro,
repele las miradas incendiarias de los amarus/ guardianes.
Los dardos de mi aljaba,
y la terrible lanza de larga hoja
que cuelga del tahalí de mis lomos,
son rayos,
los que Illapa martilló en su yunque.
La espantosa waraka mía,
enrollada como una serpiente en mi costado,
descansa como un terremoto en ciernes,
y no es para menos.
Ya solamente me falta partir,
rumbo al Ukupacha,
al reino sombrío de Supay;
debo pulverizar sus maldiciones.
Pachamama,
señalando un inmenso cóndor,
me dice:
"Es tu trotón. Pachacamac, vuelve pronto". |
|
|
13.- CORAZÓN |
|
14.- PALABRA SUAVE |
Las bestias de la gran guerra han sido soltadas,
pululan hambrientas
sobre la sufrida tierra.
Mi tétrica presencia se encuentra presente
en lo más reñido del conflicto,
en el mismo frente donde las cruentas armas
rompen las carnes humanas
y pulverizan las osamentas.
La sangre humana
es un chubasco permanente
que moja la tierra
y corre en ríos torrentosos
de roja ponzoña.
No hay descanso para mí;
y mi cortante hierro
se mueve infaliblemente.
Todo desdichado,
al verme,
lanza un grito de terror
un poco antes de ver mi espantoso rostro.
Mis manos de esqueleto,
entre las múltiples falanges,
lleva la amarga guadaña.
El filo del negro metal no descansa,
y chorreando desdichados fluidos
corta una y otra y mil veces más,
cada cordón umbilical que ata
el despedazado cuerpo con la vida
de los malaventurados
que sucumbieron en manos de sus hermanos.
Al final de la tarde,
me doy un descanso breve,
demasiado breve asueto.
Entonces ante el muriente sol,
al caer mi negra capucha,
reluce mi blanco cráneo
con sus vacías cuencas
y su móvil maxilar que mohína una leve sonrisa.
Mis doscientos seis huesos,
están tan calientes por la labor mía de hoy,
tanto que podrían fundir otro metal que no sea mi hoz.
Y así,
mis huesos,
sin carnes y albos,
tan extraños dentro de mi nigérrima toga,
van en dirección de una gigantesca calavera
con sus cimientos enclavados al final del camino.
Dentro de la colosal calavera,
en medio del misterio de las tinieblas,
espera la reina de la muerte.
Ella, Hécate, usando la peor de sus tres caras,
la que ningún mortal ha visto,
me dice:
"¡Adelante, hijo mío!"
Me inclino ante ella,
para decirle:
"¡Madre mía, la insanía humana de estos días,
hace mi trabajo agotador!"
Ella, replica:
"Por hoy, basta para ti.
Aunque dudo que haya descando para ellos".
La reina de la muerte, ya,
usando la mejor de sus tres caras,
la que a los mortales gusta,
la de mujer bella,
sonríe.
Y yo, Tánatos,
arrojo la segadera mía en la armería y
tiro en un colgador la negra túnica
junto con los mondos huesos de la labor. |
|
He cabalgado todo el día
sobre mi quetzalcoatlus.
La vastedad de la tierra,
con sus selvas, desiertos y montañas,
ha pasado por nuestros ojos
como una exhalación allá abajo.
Vengo de los dominios de los elementales;
el fuego, el aire, el agua y la tierra,
me abrieron sus regios portones
y conversaron conmigo.
Donde el magma ardía,
le dije a Agní:
"Venerado regente del fuego,
no es momento de desolar la Tierra
con el calor de sus propias entrañas.
Los volcanes deben esperar."
Donde los huaracanes rotaban con frenesí,
le dije a Parvati:
"Magno gobernador del aire,
aún no ha llegado el instante de arrasar la Tierra
tapándole las narices.
La atmósfera debe permanecer."
Donde el agua alimentaba toda matriz,
le dije a Varuna:
"Glorioso adalid del agua,
es el momento menos indicado para acabar con la/ Tierra
secando todo pozo.
El amnios debe continuar con vida."
Donde la oscuridad guardaba cada recuerdo
del primer instante de la vida,
le dije a Kitichi:
"Su Majestad de la tierra,
es prematuro eliminar la Tierra
dejándola sin simiente.
Debe madurar."
Ahora me apeo de mi cabalgadura
y me llego ante la reina y princesa de la Tierra
y le digo:
"He sido oído. Tu encargo está hecho."
|
|
|
15.- GOTA DE MAR |
|
16.- TORNASOL |
En lo alto de la montaña,
levanté las manos
apuntando el cielo con mi espada.
Las nubes repletaban el firmamento,
con la tormenta a punto de estallar.
Saltó un rayo y me atravesó,
de esta manera me trasladé al sutil de las cosas,
al corazón del mundo.
Nadie más ha llegado hasta aquí,
por la puerta de la energía luminosa
y ha tomado una senda abierta en un mar
que solo existe cuando se apaga la razón.
Reptiles hay aquí,
que no conozco
porque no me he atrevido a buscarlos dentro de mí;
hay insectos terribles
portando la electricidad del terror
escondidos en los rincones oscuros de las justificaciones mías.
Los miedos que inspiro en otros están aquí,
royendo mis huesos.
La lascivia que reniego en otros está aquí,
masticando mis carnes.
Lo que acuso en otros está aquí,
friendo mis sesos en la pez.
Lo que pienso que no lo tengo está aquí,
convertido en una montaña,
en un valle,
en un lago,
en una jungla,
en el cielo y la tierra.
Todo lo que no he visto,
lo tengo aún,
rodeando un castillo de vieja manufactura.
Este es el mejor ambiente para la aventura,
el terreno virginal de lo desconocido: el Hades.
Y la reina que lo regenta,
con su terrible rostro descarnado
espera en su monstruoso asiento.
Me llego ante ella.
No hay palabras mutuas
y relucen nuestras espadas.
Chocan los metales con estruendo luminoso.
Su ropa,
de negras telas como el terror,
reserva todos sus misterios.
¡Ay! ¡Ay! ¡Ay!, gimen los cimientos de las cosas,
recibiendo de lleno las terribles quemaduras
que saltan de las armas.
El Universo amenaza con colapsar. |
|
Primer sueño: Un grano de polen en la borrasca del/ viento.
Navega con las velas hinchadas
en el inmenso mar de todos los aromas.
Segundo sueño: Aromas hay que brotan de las hojas.
Hojas pintadas con óleos, resinas y pigmentos,
que usan los cielos para tener forma.
Tercer sueño: La cabalgadura trotando en los prados de la inmensidad.
Enjaezado por su libertad;
el infinito es el derrotero
tan idéntico al flujo rojo que palpita
en los cauces de las entrañas de su pecho.
Cuarto sueño: El pináculo ya recorrido, lo mismo que/ un reloj.
El reloj es de arena,
que merece una nueva oportunidad
para contar el tiempo.
Quinto sueño: La burbuja salida de las profundidades/
donde todo es tinieblas.
Dentro suyo lleva aromas
que el cielo necesita para conocer
sus propias entrañas.
Sexto sueño: Las cosas tienen distancia.
El cielo es una cosa
semejante a una cuerda pendiente;
la brida que el jinete utiliza para badear
la propia extensión de su existencia.
En resumen, la Bella Durmiente, aún mantiene su/ mirada en lo onírico. El espejo no le devuelve ningún/ rostro y los fantasmas, y todo lo demás, están en/ espera de mohinar allí sus encantos y desencantos. Lo/ aleatorio de la existencia ha colocado un dragón para/ cuidar su sueño.
|
|
|
17.- LEVANTE |
|
18.- ESTEPA |
Los humanos en la aurora de la vida
no son lo que hoy,
son seres gelatinosos,
semejantes a una medusa transparente.
Hay tanta gente en una urbe submarina.
Cada hogar es una enorme celda hexagonal
hecha con ladrillos globulares de proteína cristalina.
La ciudad entera brilla con luces bíoluminiscentes
que parten de cada hogar.
Un volcán en permanente erupción,
es la fuente de calor de la ciudad.
El cielo inmensamente negro,
tiene el azul del devenir.
Allá voy,
sobre mi rocín:
Una gigantesca célula protista
cuyo poderoso flagelo bate el agua
con la velocidad de una potente turbina de vapor.
Mi meta,
es el centro de gobierno de la ciudad.
Soy el equilibrio,
el que lleva la balanza en las profundidades abisales.
Soy lo que teme todo ser vivo
que ha infringido la ley de las fuentes hidrotermales.
Mi espada,
el cristal de proteína que convierte
mis impulsos nerviosos en rayo eléctrico,
cuelga en mi espalda en su tahalí.
No estoy solo,
la reina de la vida está a mi lado,
y hemos venido a organizar la defensa de la ciudad
contra los simios del lejanísimo futuro,
el virus de hoy,
cuyas bombas protéicas,
inyectadas dentro del organismo enemigo,
revientan y crecen dentro suyo devorándolos.
Imposible permitirlo. |
|
Los cascos de mi caballo son de metal en ignición.
Sus pisadas licuan la piedra,
incendian los bosques,
secan los ríos.
Me atreví a cruzar las llanuras,
saliendo desde la misma entraña de la tierra:
la cuna mía, el averno.
Binah, la reina me espera en su castillo
más allá de todas las tierras que debo conquistar.
Los bárbaros habitan estas tierras,
un submundo de espanto,
donde cada hombre es su propio enemigo
y toda arma es usada contra sí mismo,
se mutila a sí mismo,
se elimina propiamente.
La estepa lunar de los viejos tiempos
aún es una tierra de nadie,
y allá voy conquistándola,
devastándola.
¡Soy el azote de Dios!
El helado yermo se descongela
tras las pisadas de mi jaco;
las flores vuelven a brotar entre el hielo que se va,
la matriz de los mamíferos trae esperanzas.
El cielo vuelve al azul de la primavera paleolítica,
y todos los colores se reducen al oro del amanecer.
Mi caballo, el espantoso león
que las entrañas de la tierra ha colocado
en las sabanas del amanecer,
encabeza millares de otros leones
que cargan en sus poderosos lomos
a los bárbaros que ya no lo son.
Kether es mi padre,
llevo su espada y su escudo colgados de mis hombros,
mientras la siguiente ciudad por asolar se aproxima.
|
|
|
19.- CENTELLEO |
|
20.- ARREBOL |
Una escalera
sube la montaña;
cada peldaño suyo es un suspiro.
Hay tantos suspiros... muchos suspiros.
Suspiros colocados uno sobre otro
hasta el cenit.
Algunos pies suben por los suspiros
hasta lo alto de la noche.
Allá arriba,
en la cumbre de los suspiros,
hay una puerta abierta
que pocos saben adonde conduce;
pero aún así van por ella.
Dos guardianes hay en la puerta,
uno a cada lado,
con las ascuas de sus ojos
puestas en los que llegan.
Si no te han invitado,
y nada sabes de lo que hay tras la puerta,
te devorarán hambrientas fauces,
las de los guardianes.
Los guardianes gustan de tu vientre,
catan de su sangre,
lamen su linfa;
sienten su olor a mucha distancia.
Allí están tus secretos,
los de la lámpara
cuyo aceite tiraste en medio de la noche
y ya nada te alumbra;
secaste la fuente sin beberla.
A los guardianes les gusta tu corazón,
junto a tus sesos, tu médula,
tus partes blandas;
aquello que envejeces con premura.
Allá, tras la puerta,
si no te han devorado
porque no eres su alimento,
podrás abrir los ojos;
una mano piadosa
quitará lo hilos con los que los cosiste.
Esa mano,
la eterna mano amada,
tomará la tuya... |
|
La inmensa oscuridad lo rodea todo;
el misterio de la luz
es una efímera luciérnaga del futuro.
Las profundidades abisales del mar
están abiertas para la vida
y todas sus sendas conducen
hacia esa efímera luciérnaga.
Una gran serpiente marina,
es mi corcel,
su gran cabeza
y las cuatro lámparas de sus ojos,
alumbran el camino,
su cuerpo gelatinoso fluye
como un líquido luminoso inyectado en la oscuridad.
Delante nuestro surge,
en la cercana distancia,
un castillo construido
con geles luminosos de diferente densidad y color.
El castillo está resguardado por guardianes
cuyos aspectos causan terror al miedo,
han escogidos de lo terrible de la fauna
de los abismos;
nada puede trascender su portón
sin ser devorado.
El corazón del castillo hoy está abierto,
un festival con sonidos abisales
anuncian un acontecimiento muy grande.
La naturaleza,
con toda su belleza
permanece en su trono;
la hija del eterno femenino,
resguardada por dos inmenso calamares
cuyos cuerpos transparentes,
son visibles cracias a los pigmentos luminosos
que sólo la fobia puede ver.
En el jardín de ese castillo,
hay una flor
cuyo aroma es un misterio brillando tenuemente
en medio de unas tinieblas
acunadas por susurros siderales;
sus pétalos móviles como los de una actinia,
son unos túbulos por donde el polen escapa
semejando a burbujas luminosas.
La naturaleza toma mi mano,
como a la de un niño;
y llevándome al jardín,
frente a la flor me dice:
"¿Lo ves?
Esta flor,
hasta hoy,
para vivir,
simplemente se partía una y otra vez.
Desde hoy,
no será así,
la fuerza femenina y masculina
que le daban la vida se separarán.
Desde hoy habrá una hembra y un macho;
antes era inmortal dividiéndose,
hoy será inmortal cooperando.
Antes era una bacteria,
hoy será humano
en este jardín".
|
|
|
21.- ARO |
|
22.- ARREBOL |
Llueve música del cielo,
un chubasco de burbujas
con una figura musical dentro.
Las piedras de la senda
mojadas por los remolinos de la música,
llevan mis pies hasta un establo;
allá adentro ruge una fiera.
El cielo es un evento del Génesis,
un poco antes del diluvio universal.
Dentro de las murallas de la ciudad,
el habitual castillo
está ubicado al borde del amanecer.
La noche de los tiempo se ha ido
con todos sus misterios,
y de ella ha quedado una piedra,
negra como la vida sin diluir.
La piedra brilla en mi mano,
en un anillo.
Mi armadura mesopotámica,
está mojada y el metal brilla
con los adornos que la música
imprimió en ella.
Una espada cuelga en mi espalda;
su filo arde como un rayo de sol
capaz de convertir una luna en asteroides.
Me llego al establo,
adentro hay dos enormes leones;
uno es negro y el otro blanco.
El negro es mío,
es mi montura.
Me acomodo en la espalda del gran león.
Veo
que la princesa de Uruk,
sube en el otro monstruo.
Ambas fieras rugen
y estiran sus poderosas alas de águila,
saltan y se ponen a volar.
"Gilgamesh", me dice la princesa,
cuya espada de oro brilla en su espalda,
"Tú, que has viajado al infinito
y has vuelto,
dime: ¿la inmortalidad es un don?"
No sé que responder,
pero mis labios se abren automáticos para decir:
"Si quieres conocer la inmortalidad,
ven conmigo.
Vayamos al infinito
y un poco más allá".
Por lo pronto,
nuestro objetivo es la guerra de Sumer.
|
|
La música es un ave que vuela
cada vez que el viento sopla.
Hay tantas de estas aves volando por los cielos
cuando el piano de las montañas es pulsado.
Aves en bandadas,
emigrando a sus cuarteles
en la estación de la nidada.
Aves con ojos reptilianos,
y alas de dinosaurio,
y gorjeos de dragón.
El ave mía,
que la extinción olvidó,
ajena a los mandatos
que en sus hermanas prevalece
enrumbándolos hacia la primavera,
vuela,
conmigo en su lomo.
Una enorme flor que la distancia trae,
está al final de nuestro itinerario,
allá vamos.
La flor,
es un castillo,
cuyo tallo emerge del eje de un gran reloj.
En una alcoba del castillo,
una joven observa una fuente
repleta del infinito,
estrellas y más estrellas titilan aquí.
La joven,
toma uno de esos puntos luminosos,
y me lo entrega.
"Madre", le digo, "este planeta tiene infiernos".
"Así es", responde ella con su voz de paraíso,
"Te toca a ti, limpiarlos".
"Pero", le reclamo, "se supone que me lo entregas nuevo"
"Así es", replica ella, "Es flamante".
"Pero, tiene infiernos", yo, objeto, "Infierno, es sinónimo de viejo".
"Lo que tú encuentres en el planeta" me dice a su vez,
"es lo que hay dentro tuyo"
|
|
|
23.- RAYO DE SOL |
|
24.- NIRVANA |
Tu armadura tintinea
con el sonido de los metales nobles.
El amanecer
ha puesto en frente una senda,
cuyas piedras
tienen grabadas con fuego,
antiguos textos que la memoria ya no recuerda.
Tu cabello coloreado por el sol
como el trigo maduro
ondea debajo de una diadema
que relumbra con doce gemas.
Caminas sí,
con ese paso que la memoria onírica
de la creación del mundo,
guarda en los genes de la naturaleza.
En los bordes de la senda,
dientes de sable y demás fieras gruñen
un Apocalipsis por eclosionar.
Cuelga tu espada en su tahalí
que los ojos nocturnos
han visto llamear
cuando su filo ha cortado
la dureza del hielo
de los infiernos planetarios.
Mujer tú,
te acercas hasta donde hay
dos alados leones,
uno de ellos es tu montura,
irás a dar un paseo por tus dominios,
por los terrenos del Génesis.
El otro alado león es mío
y mi armadura no difiere de la tuya.
|
|
Mictlan, el castillo del submundo
me ha abierto sus puertas.
La barca de Ah Puch,
ha estado esperándome desde temprano,
para cruzar el foso
donde habitan todos los espantos.
Ahora, sobre la barca,
Ah Puch me conduce
entre los terribles remolinos
que Ajchuuj-Kak crea
en las aguas del foso
que es un océano mismo de dolores.
Entretanto, Hurakán mueve el aire
con las mismas fuerzas
de los miedos.
Luego, en la otra orilla,
me apeo de la barca
y camino por una senda
que lleva al corazón de Mictlan.
Aquí,
la reina Ixchel, espera,
me espera,
recostada en un trono
colocado sobre una gigantesca serpiente emplumada.
Poniendo una rodilla en tierra
me inclino ante ella.
"Kukulcan, ¡levántate!", me dice ella.
Me pongo de pie,
mientras ella,
la diosa de todo,
de los cielos,
de los infiernos,
sonríe alegremente.
La gran serpiente emplumada
me mira hipnótica,
con la misma intensidad
de los enigmas.
Sabe ella,
que en el mundo de los vivos,
también carga el trono de Ixchel.
No me teme,
sabe que no le temo. |
|
|
25.- CORONA |
|
26.- LUZ |
El herrero de Agní, martillaba el hierro;
tronaba la maza cuando golpeaba el yunque
y los cielos lo manifestaban con una tormenta.
Me acerqué a él,
y le dije:
"¿Sabes? Necesito una nueva espada,
su filo no corta más la armadura de los Asura."
El forjador de metales me respondió diciéndome:
"Sin duda, tu arma está muy gastada.
necesitas una mejor que esta."
Le dije: "Te pido, como una súplica,
que me la construyas."
Me dijo: "No puedo.
Estoy muy ocupado.
Tengo una docena de espadas que hacer,
además de otras tantas dagas y escudos,
y también algunas armaduras y cotas de malla."
Le dije: "¡Ya sé!, tengo la solución."
Me dijo: ¿Cuál es?
Le dije: "Cuando tú descanses,
permíteme usar tu taller."
Me dijo: "Está bien. Te lo cedo."
Mientras el herrero descansaba,
aticé la mufla,
licué el metal,
y en un molde recién diseñado
vacié el contenido del crisol.
Luego martillé la nueva hoja,
probé su temple,
le puse el mejor mango,
la pulí.
Cuando terminé de hacer la espada,
también me hice de un escudo nuevo,
y de una armadura reluciente.
Aquí, el forjador vino a mí
y me dijo:
"Aquella espada que ves en esa mesa,
junto con esa armadura y ese escudo,
y esos venablos,
han sido hechos para la sagaz Durga.
Y aquellas otras armas de la otra mesa,
son para la intransigente Kali.
Y todas son de menor calidad.
Dime, ¿cómo hiciste las tuyas, superiores?"
Le dije: "Conozco a Rabana
y sé de lo capaz que es."
Me dijo: "Sita, te conoce a ti, ¡oh! Rama."
Una pregunta flota sobre las olas de la inquietud.
La pregunta viene de labios de la esfinge, en un aula, en el examen. |
|
En el hondo pozo de los conflictos,
me he dado un reposo.
Aquí,
todos los reinos guerrean;
entre ellos siempre,
sin calma.
sin piedad.
No hay instante para la placidez,
y las armas:
dientes,
garras,
espinas,
aguijones,
mazas,
sierras,
en contienda siempre.
Llegué aquí,
un buen tiempo ha;
no voluntariamente,
sino que vencido,
condenado,
deportado,
encarcelado.
¡Caí!
Déjenme decirles,
que allá arriba,
fuera de este pozo,
yo tenía un gran ejército.
Micael,
con sus huestes luchó contra mí
y me venció.
¡Óiganme, soy Lucifer!,
y este foso es la Tierra.
Y en las negras entrañas estas,
reflexioné y me preparo para recuperar
lar armas de luz que perdí.
Ahora,
todas mis legiones,
aquellas que me acompañaron antes de mi destierro,
ocupan la faz del planeta,
me saben su enemigo,
se han unido para combatirme.
Soy su enemigo mayor.
Mi misión,
acabar con todas mis legiones;
tarea ardua.
Y, ¿saben quién también está aquí
con la intención de acabar con mis legiones?
Nada más que María,
aquella que en algún tiempo se llamó Astarté,
o Isis,
o Shiva,
o Hera,
o Pachamama.
Digo que la encontré,
aunque la verdad es que ella fue quién me encontró,
en el submundo.
Ella,
con sus poderosas armas,
crea o destruye;
hoy me ayuda a destruir y crear.
Un arco iris extendido en toda la bóveda del ancho cielo. |
|
|
27.- FUEGO (el trono) |
|
28.- JINETE |
Cada losa es un carbón encendido en la senda,
donde mis escarpines, grebas y rodilleras,
suenan a metales nobles.
Con esa música tintineante
mis pasos me acercan a la puerta del palacio.
En la puerta,
dos guardianes,
con armaduras y armas
de las que salen llamas de fuego,
me miran pasar.
Atravieso un vasto corredor para llegar
al salón del trono.
Toda planta en este corredor,
tiene flores que arden
con todas las tonalidades del fuego;
titilarían como estrellas si hubiera noche.
Todo animal aquí,
si es insecto o ave,
tiene alas de fuego,
encendidas siempre.
Un enjambre, aquí,
sería un viento de fuego.
Toda bandada,
es un huracán vulcánico.
Mis pasos dejan de sonar,
cuando me llego
junto a la gran llama encendida que es el trono.
Aquí, la reina,
con su fohatica corona,
capa y largas ropas tejidas con hilos de fuego,
me ve llegar.
A derecha e izquierda del trono
hay un león cuya melena es como un fuego
atizado por un viento fuerte.
Rugen las fieras
mientras que las ascuas de sus ojos me miran.
Todo sonido metálico mío:
de mis arreos de guerrero,
de mis pensamientos
y de mi respiración,
cesan cuando me llego hasta la reina.
Retiro la coraza mía,
retiro el gonió mío,
y de algún lugar de mi pecho,
extraigo algo que también está hecho de fuego:
Una flor,
cuyos pétalos de metal líquido martillé
en el yunque prestado
al herrero que vive
en las profundidades ígneas de la tierra.
Entrego la flor
a la reina del castillo. |
|
Un caballo del diablo con alas de arco iris
espera en la puerta.
En su lomo lleva una silla.
Y tú,
acercándote a esa libélula,
pones un pie en el estribo
y la montas.
Vuelas en la libélula,
y ¿sabes a dónde vas?
No los sabes,
simplemente saliste a dar una vuelta.
Yo cabalgo también,
pero en un caballo de mar,
cuya cola con una hélice acuática
remonta todo viento.
¿Sé a dónde voy?
No lo sé,
salí a dar una vuelta.
La inmensidad de las praderas,
abiertas en ese momento
de calles y casas
hechas con ladrillos y losas
salidas de un piano,
alfombran toda tierra
allá abajo.
Tantos caminos hay,
que la vereda que tú elegiste
es el mismo que yo elegí.
Y allí estamos compitiendo
por demostrar la rapidez
de nuestros nobles brutos.
¿Quién llegará primero a la meta?
¿La libélula o el caballo de mar? |
|
|
29.- COXIS |
|
30.- ESTELAR |
Estaba ella sentada
en su trono fabricado
con el marfil negro de las tinieblas.
La rodeaban criaturas
capaces de aterrar al miedo.
Había música,
que salía de lo hondo del pánico,
susurrante como el grito
alegre de Plutón
en la frialdad del invierno de la muerte.
Me llegué a ella,
con el yelmo entre las manos,
la espada mía golpeaba
las grebas y los escarpes míos.
Me arrodillé ante ella,
y le dije:
"Madre, heme aquí."
Su espantoso rostro de hueso desnudo
me miró,
y me dijo:
"Hijo, te mandé llamar,
para decirte,
que tú misericordia
hace sufrir a los que no quieren vivir."
Le respondí:
"Mi espada solo corta la carne, no el alma."
Me dijo:
"Ya sé lo que necesitas.
Toma esta otra espada."
La nueva arma quema mis manos,
¡es una guadaña!
(Luego, ella se quitó la máscara, la que el trabajo suyo obliga. En ese momento, pasa el eclipse que difuminaba su absoluta belleza.) |
|
Navega entre las neuronas encendidas
del cielo.
Sus velas,
abiertas,
son esas ráfagas de luz
que crea los leves remolinos
que mueven la vida.
Es la isla del infinito,
donde Brahma y Shiva
descansan con sus enlazadas manos.
Un mantra con aspecto de dragón
me lleva hasta allí,
al galope.
Yo cargo la espada de Durga,
y vigilo la isla.
Una flor, en una avenida muy concurrida. Tanta gente camina en sus cercanías y solo el olfato más sutil toma su esencia. Un pétalo suyo tiene la textura de las nubes en la piel.
|
|
|
31.- CORAZÓN |
|
32.- ESPEJO |
Allá voy yo en mi carro tirado por dos enormes leones de un tiempo muy antiguo o muy del futuro. Las bestias que tiran mi vehículo briosamente, tienen escamas en vez de pelos y echan fuego por las fauces. Tienen ojos semejantes a las esferas del planeta Júpiter, no se atreven a mirar el sol por que tienen suficiente combustible en sus cuencas ópticas como para incendiar la galaxia.
Subí tres escalones.
Allá encima,
en la cúspide,
estaba ella la sacerdotisa
sentada en un trono,
detrás de dos columnas
que sostienen el mundo.
La estela de un cometa, en el cielo cuajado de estrellas, es el pavimento sobre el que las ruedas de mi carro giran levantando estrellas fugaces por el firmamento.
La sacerdotisa me ve llegar.
Mis arreos indican
que vengo de guerrear
y acercándome a ella
pongo una de mis rodillas en tierra.
Cada esfera planetaria es una fiera distinta a las que tiran mi carro. Ladran sí cuando atravesamos sus dominios orbitales, intentan acercársenos belicosas pero no pueden llegar hasta nosotros, unas pesadas cadenas las limitan en sus onerosas órbitas.
Saco mi espada de su vaina.
La tomo con ambas manos por sus extremos,
y le entrego a la sacerdotisa. |
|
Me llegué delante de la reina,
mi rodilla tocó el piso,
me incliné.
Ella cogió su espada,
y golpeando mis hombros,
me dijo:
"Id al mundo.
Conquistad todos los reinos."
Así lo estoy haciendo,
atroces combates llevo,
todos los días,
hoy mismo.
Me dijo también en aquel entonces:
De todos los reinos,
tu mente
es la tierra
en la que menos combates".
Le Respondí:
"Madre,
mi corazón es más vasto que mi mente".
Me dijo:
"No sabes lo que es tú corazón". |
|
|
33.- MAR |
|
34.-MANOS |
Mi flauta suena
en el corazón de la tierra.
Me llegué allí,
navegando por las líneas de tú mano,
esos causes de los ríos
que nacen en tú corazón.
Te tengo frente a mí;
llevas de la traílla
dos jaguares negros
que la noche pintó.
Soy, hombre de espada,
y hoy solamente músico.
Mis ropas están manchadas
con la sangre de los miedos
a cuyas guaridas fui a buscar.
"¡Madre!", te digo, "eres tú.
Tienes puesto tu milésimo antifaz
y aún así te reconozco."
Simplemente, callas,
y los jaguares rugen
como las olas en la tempestad.
Las papilas gustativas son individuos muy exigentes cuando a su universo le hace falta algunas sales minerales imprescindibles. Cualquier lugar se convierte en una despensa agradable. |
|
Sentada en su trono semejante a una rosa,
rodeada de fieras con dientes de sable,
estaba la reina.
El guerrero se acercó,
tomó una mano suya
y la besó.
"¡Madre!", dijo este
contemplando sus ojos
llenos con la profundidad del espacio,
"He me, aquí".
En torno de ella muchos esqueletos,
osamentas nuevas,
antiguas
y viejas.
"Cada vez que yo necesito mudar de piel
vengo a ti".
Ella sonreía con aquella dulzura
que sólo la matriz puede dar.
"Dejaré, una vez más, mis huesos junto a ti".
|
|
|
35.-MISTERIO |
|
36.- GOTA DE MAR |
La colina a la que nadie ha llegado,
simplemente porque no la conocen
o no la saben.
Un camino labrado en el mismo acantilado
sube hasta su cúspide,
allá arriba un arquitecto ha hecho de la piedra
la construcción más solemne.
En el centro de todo,
una mujer vestida con regios vestidos del futuro
descansa en un trono
flanqueada por espantosas fieras.
Una flor roja hay en sus manos,
una flor que fue blanca,
que fue negra,
que tuvo todos los colores,
antes de ser roja.
|
|
El sol en medio del mar,
rojo aún cuando sonríe un delfín.
Mis alas abiertas
son de la libertad absoluta,
las profundidades abiertas
con sus tentáculos negros
brillan como una perla a un lado del tiempo.
Es el único ojo de un molusco
que mira a través de la rendija de una sortija.
Todo el misterio de un verso alegre
está en una mano tuya,
allí la deposité.
Puedes pulverizar esa joya
y colocar con ellas estrellas en las olas del cielo
o simplemente dejarla bogar por el infinito
con una libertad absoluta.
|
|
|
37.- SONIDO |
|
38.- DILUIDO |
El cielo está abierto encima mío
y allá arriba hay una trompeta
que puedo tomarla.
La trompeta es un cáliz
cargado de néctar.
La trompeta es musical
y es un vaso,
ambas cosas a la vez.
Bebo del cáliz con todo su néctar
y la música que le saco,
susurrante ha salido de otras entrañas
no mías.
Ha venido de lo onírico
por mis oídos y solo la repetí,
la repito,
y en mi entorno se condensa un cielo
tampoco mío.
Suena la trompeta,
esta vez potente
y no hay oído que la ignore,
el mundo se repleta con sus acordes.
Un pentagrama se forma bajo mis pies,
un camino que se pierde en el infinito,
y por él me veo caminando.
Notas musicales brotan con cada pisada mía
y permanecen vivas tomando cuerpos humanos,
de hombres y mujeres.
Danzan ellos y ellas
y qué mejor que las estrellas alrededor del Amor.
No hay mejor piano que el surco
para sembrar notas musicales con los pies
caminando por la inmensidad de lo honesto.
Suena la trompeta,
esta vez en silencio,
hondo silencio como fanales
en los lugares vitales míos.
Y como tal,
hecho música
puedo viajar por el infinito de los números. |
|
Un castillo medieval hay sobre una loma,
misterios brotan de sus antiguas piedras,
allá me llego.
Dejo mi montura en el patio,
sus enormes alas de quetzalcoatlus se repantigan
sobre su cuerpo de gigantesco velociraptor.
Los ojos reptilianos me ven subir por unas gradas.
Mi armadura,
un compuesto de piezas
que la más pura música pudo lograr
luego de licuarse y solidificarse,
suenan con un silencio épico.
Caminando por fastuosos ambientes
me llego hasta un trono
y aquí echo a tierra una de mis rodillas
e inclinándome yo susurro:
"¡Señora mía! ¡Diosa mía! ¡Madre mía!
Heme aquí,
estoy de vuelta del Orcus a donde fui".
Sí allí, en esa tierra de todos los pesares
encontré un arcón con un espejo dentro.
Abrí la urna y el espejo reflejando la luz mía
dio origen a legiones de rastreras sombras
que vinieron contra mí en combate.
Aún inclinado y susurrando, digo:
"Esta espada está invicta
y ha derramado
la fatua sangre
por torrentes".
Y dice ella:
"La espada del mago y exorcista".
Yo concluyo:
"La que tú me entregaste".
|
|
|
39.- UNA FLOR |
|
40.- PALABRA SUAVE |
Lodo en el fondo abisal.
Mis huellas,
se confunden
con los de un molusco en un mar del Cámbrico.
Simplemente voy por mi camino.
Una flor mueve sus pétalos rojos de mar.
Me llego hasta la flor.
Su delicada corola,
amorosa como una mano toma mis dedos.
Su perfume,
¡ah!, es el polen
que la corriente marina lleva destellando
como la propia sinceridad!
Aspiro ese aroma de nirvana.
¿Branquias? ¿Pulmones?
No sé lo que tengo para tal.
¿Deseo llevar la flor conmigo?
¡No, no puedo hacer tal sacrilegio! La ajaría.
Dejarla dentro del mar es mejor,
de la tierra siempre húmeda que la nutre,
de la luz que la alumbra.
Mil años pasarán y allá estará ella.
En el Holoceno estará florecida,
como siempre,
desde siempre.
Indicarle debo al mundo,
que para ver la flor
hay que descender a las propias entrañas del mar,
a las propias entrañas humanas.
Allí donde la oscuridad es perpetua desde siempre,
donde la vida es un misterio desde siempre.
donde nadie la sabe.
Una flor... y yo te la entrego.
|
|
Un susurro
tan pequeño como un grano de polen,
suelto entre el verso de un pétalo encarnado.
Una pincelada de cielo,
antes de la noche,
en ese perfume llamado rosa,
bajo la lluvia cálida
de la primera primavera.
El mordisco crujiente
de una diminuta hormiga
a la ambrosía del verde ovario.
La sutileza del viento,
de esa nacida de labios silenciosos
vibrando en las infinitas esperanzas.
El destello de luz
tan pequeño en el ancho cielo negro,
y que el corazón sabe de su inmensidad.
|
|
Reservados todos los derechos.
Copyright © Raúl Huayna |
|
Volver a la página anterior |
|
|
|
|
|