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ANAQUEL
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Actualizado: Sábado, Abril 5, 2025
   
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ANAQUEL DE TEMAS PUBLICADOS

 
NAVIDAD: Las gotas de rocío
 
 
ROCÍO 1:
 

¿QUÉ ENTIENDO POR NAVIDAD?

Mis sentidos se sumergen en el vasto escenario de la música. Ese escenario es una superficie inmensa como el mar, más grande aún... Y la infinita atmósfera es el marco donde sus corrientes y sus olas, provistas de euritmia, viajan en la dirección donde palpita la vida en todos sus niveles.

Esas corrientes y esas olas tienen la aromática esencia vital del Mesías de Haendel.

Me toca ser una criatura real, un sonido que comulgue con aquel mar más grande aún, para interactuar con sus corrientes y con la trayectoria maravillosa de sus olas, sea a sus abisales profundidades o simplemente a sus conocidas orillas.

Hay la extensión sin límites de la calma como cuando la semilla duerme su invierno y también el fragor excepcional del dinamismo cuando la semilla, ya despierta, extiende en su primavera todas sus raíces. Raíces que crecen hacia el claro cielo o hacia las profundas oscuridades de la tierra. Raíces cuales ramas cargadas de hojas, o aquellas nudosas falanges que arañan la tierra. Ambas raíces buscan el sumun que alimenta su propia vida.

Existen verdaderamente raíces humanas extendiendo sus ápices hacia sus propias profundidades... a los abismos de su nacimiento. A las de su Navidad.

Entiendo por Navidad a un hecho trascendente en la vida humana, individual, una transformación interna inequívoca. Un hecho tan real como la aparición de los dientes permanentes en una persona, o como la adquisición de un cuerpo adulto después de sucesivas transformaciones; algo del que no hay dudas ni suposiciones. Hablo de una transformación afortunadamente voluntaria, nada casual.

Hablo de una transformación en los interiores humanos. Un hecho para el cual ya no hay retroceso. Una circunstancia permanente en la que se ha eliminado la razón del dolor en la propia intimidad humana personal; la razón del dolor para sí mismo y para los demás. Es importante saber que un interior que no tiene dolores para sí mismo no lo tiene para los demás, ambos van de la mano.

Hay tantos dolores en un interior que no ha tenido su Navidad. Dolores que hacen imposible su felicidad. Dolores que buscan convivir con otros dolores. Dolores que se emparejan con otros dolores. Dolores que tendrán hijos dolorosos. Dolores que buscan amigos dolorosos. Los dolores solo pueden sembrar dolores, no otra cosa. Lo igual atrayendo a lo igual.

Hay dolor en el odio, en todas las formas en las que se manifiesta la violencia y en todas sus relaciones con una gran multiplicidad de tétricos fantasmas que entumen la cordura. Hay dolor en la lujuria, en todos sus derivados que llenan de morbosas caricaturas empeñadas en destruir al individuo y a la sociedad toda... Y hay dolor, mucho dolor, en las infinitas manifestaciones de valores negativos humanos que socavan los cimientos de la humanidad.

Casi en el total de los casos, estos dolores, se manifiestan de manera subconsciente, donde el individuo ignora que lo tiene.

Sin un autoanálisis, estos dolores pasan inadvertidos. Se requiere de toda una voluntariosa didáctica para descubrirlos, estudiarlos y destruirlos. Cosa nada fácil.

Es importante que mueran los dolores y nazca la alegría, la serenidad en suma. De esto se trata la Navidad: de un nacimiento verdadero, de un nacimiento permanente.

 
 
ROCÍO 2:
 

¡ESCALOFRIOS!

Caminando por el malecón de Puno, o más bien diría, detenido ante aquel fulgor de un billón de luces que explotan en la atmósfera. Un momento de espanto que enfría los ojos con el hielo de la pirotecnia...

Debo decir, que soy una libélula muy joven aferrada al grosor de un junco que sobresale del agua muy cerca de la orilla. En algunas horas la ecdisis, mi último cambio de piel, me liberará de la onerosa distancia que suele separar a toda criatura que usa tres pares de pies, como los míos para desplazarse, y le entrega alas. ¡Volaré!

No está demás afirmar que, después de algunos años y otras varias mudas de piel dentro del agua, llega para mí, el momento más esperado, el de liberarme de todos aquellos elementos que me permitieron vivir dentro del agua como un pez o, mejor dicho, como una ondulante larva.
Pero..., no es el momento para hablar de la enjundiosa monografía que la naturaleza colocó en toda mi anatomía de artrópodo. Dejemos a un lado toda la extasiante fisiología de mi pequeño organismo. Dejemos a un lado la maravillosa conjunción de mis múltiples tejidos celulares y órganos, pues no es el momento de su enfoque. Es el momento del fulgor fatuo que ensombrece el cielo. ¡Sí, es el momento de sus perniciosos efectos.

¡Sí, es el momento exacto en que un cuadrúpedo, un asustado cánido, escapando de aquella efervescencia luminosa y sonora, atraviesa raudo mi relativa ubicación colgada del reloj en las manecillas de la medianoche!

Me pregunto: ¿Es que los explosivos deben dar alegrías a unos seres y espantos a otros que, como yo, no sean los humanos?

En las aguas de junto al terraplén las aves levantan sus cabezas, ansiosas ante lo inesperado; lo incomprensible les constriñe los ganes en busca de una respuesta valedera. El instinto desconfiado de algunos de estos plumíferos les hace levantar los remos para tomar del viento la sutileza que los llevará muy lejos, hacia el fondo de las aguas del lago, de esas aguas donde mi madre puso los huevos que nos dio el ser a mis hermanos y a mí.

No todos los plumíferos pueden volar, hay de aquellos que nadan velozmente o patinan sobre el agua a la vez que se ayudan con sus alas no hechas para vuelos, para huir aterradas del infierno que la locura plasmó en la bóveda del cielo.

Mi pequeñez tiembla instintivamente en anticipación por las aterradoras mezclas pirotécnicas que serán lanzadas a la atmósfera en tan solo algunos minutos.

En tan solo minutos, los que duren estas insanas manifestaciones desenfrenadas de jolgorio, aquellos oxidantes, reductores, estabilizantes y agentes colorantes que componen las mezclas explosivas, de las reacciones electroquímicas de oxidación y reducción, dejaran sueltos en el medio ambiente, metales pesados como litio, estroncio, cobalto bario, hierro, cobre, aluminio y otros compuestos químicos que mi sensible anatomía no podrá soportar, creo que me espera la muerte en esta etapa de mi vida en la que normalmente me tocaría convertirme en un ser aéreo.

¡Adiós! Yo que creí que el nacimiento me llevaría por los soleados cielos de la paz. ¿A quién le importa mi efímera vida?

 
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La naturaleza, en sí, es nuestra propia naturaleza. Todo lo que vemos en nuestro entorno cercano y en el lejano, lo tenemos dentro nuestro. Sí en nuestro interior hay miedos y dolores, allá afuera, pondremos de nuestra parte destrucción y muerte. Un interior lleno de amor y cordura, entregará paz y salud.
 
Cada acontecimiento nuestro no es otra cosa que Filosofía que se escribe constantemente gracias a aquella fuerza permananente que nos empuja a actuar, fuerza a la que llamamos vida. Todo lo colocado sobre la superficie del planeta en que vivimos actúa de acuerdo a las lineas escritas desde un principio por la genial mano de la vida. Además, podemos añadir, aquí en este libro de la vida, algunos versos propios, versos que pueden fluir líbremente como el agua; allá calmará la sed o se convertirá en la atmósfera que respirarán otros seres vivos. Es posible desmenuzar estos versos, pulverizarlos en pigmentos y con ellos untar sublimes telas.
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