Viajaba yo, en un bus de transporte internacional, sentado junto a un colombiano. Como es menester en estos casos, con dicho señor, entablamos una larga conversación sobre diferentes aspectos de la vida cotidiana. El diálogo, brevemente interrumpido en diferentes momentos por motivos obvios, se prolongó durante las seis horas que duró el trayecto de algunos centenares de kilómetros.
La frontera entre los dos países entre los que nos movilizábamos, se encuentra justo después de un estrecho lacustre. Aquí, en una de sus orillas, el bus tubo que ser embarcado y luego trasladado por una chata barcaza hasta la otra orilla distante a poco menos de un kilómetro.
Habiendo ya, el vehículo dejado atrás la linea imaginaria y el estrecho con todo sus atractivos naturales que solazaron mi atención, vino a nuestro diálogo el medio ambiente y el tema del Calentamiento Global. Estos aspectos nos envolvieron con su sofocante atmósfera actual.
Yo le decía, " No estoy tan seguro que las emisiones de gases contaminantes sean, en definitiva, los causantes de dicho comportamiento planetario". Le daba mis razones: " Pese a todas las evidencias basada en el aumento de la temperatura del aire y de los océanos, el fundido de los glaciares y el hielo de todo el planeta y uniendo a otros indicadores sobre el crecimiento de la temperatura ambiental en las últimas décadas, algo parece escaparseles de las manos a los hombres de ciencia".
Ernesto, le llamaré así al colombiano, no me dio su nombre ni yo el mío, me miraba con mayor atención y yo proseguí. "En el planeta Tierra, en sus millones de años, hemos tenido épocas de frialdad extrema en la que los polos se acercaron hasta el ecuador. Épocas en las que los humanos actuales no estaban allí para confirmarlo, salvo los vestigios tan drásticos que dejan eso eventos".
Ernesto afirmó moviendo su casi calva cabeza y yo proseguí: "Hubo también, épocas muy cálidas de las que tampoco tenemos una experiencia directa, y no sabemos si en esas épocas los polos se redujeron a una mínima expresión, a una situación que aún estamos por ver y en las que los humanos tampoco intervinieron para nada". Hay información sobre esto en los vestigios de una anterior era cálida que se va encontrando a medida que el hielo se derrite.
Y finalmente concluí con estas afirmaciones: "Las alteraciones planetarias de hoy pueden estar muy bien relacionadas con una de estas eras calurosas y las evidencias a las que culpamos como causantes de dichos efectos bien pueden ser parte de una coincidencia desafortunada para la humanidad y los demás seres que pueblan este hogar que llamamos Tierra".
No estoy de acuerdo con la contaminación del planeta, es bueno reducirla, pero de tener un origen diferente el aumento de la temperatura ambiental del planeta, bien poco podemos hacer de la manera como lo proponemos. Tal vez cuando comprendamos esto, que estoy afirmando, busquemos una solución diferente a algo en la que estamos muy empeñados...
¡Ah!, algo se me olvidaba mencionarle a aquel buen hombre: ¡La influencia del Sol es vital en estos casos! ¡El Astro rey, determina todo el funcionamiento del Sistema Solar! Él, es en suma, el causante de la eras glaciales y de las eras calurosas. ¡Es importante conocer al Sol! ¡El hombre posee una nimia influencia en estos casos!
La música es inevitable. Suena el núcleo solar. Suenan las zonas gaseosas que rodean el núcleo. Suena la Cromosfera. Suena la Fotosfera. Suena la corona y las llamaradas solares.
La Tierra, en toda su profundidad y anchura, también suena. Suena su denso núcleo magnético. Suenan las diferentes capas líquidas y sólidas que rodean este núcleo magnético. Suena su atmósfera gaseosa. Suena su mar.
Suena el Sistema Solar.
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El bus se trasladaba rápidamente por la carretera. Los kilómetros se deslizaban hacia atrás con sus curvas y rectas, con sus subidas y bajadas. El sol brillaba en las horas de la tarde y el aroma primaveral brotaba de las campiñas verdes con sus alas de mariposa. Volaba este lepidóptero etéreo hasta nuestros cómodos asientos.
El bus de transporte internacional de pasajeros, hora y media atrás, había dejado el estrecho de Tiquina. En la bodega viajaban, en dos grandes cajas de madera y en sus respectivas envolturas, las treinta fotografías de la Muestra de Fotografía que días atrás realicé en La Paz, la capital de Bolivia. La muestra esa, era parte de un proyecto que abarcaba otras presentaciones más, por delante, en los meses siguientes.
Algunos viajeros, dormitaban. Otros, tenían los ojos puestos en el paisaje. Muchos, conversaban. Ernesto, el colombiano que viajaba a mi costado, y yo, éramos de los que estaban dentro de estos últimos, con la atención puesta en el diálogo. Enfrascados en temas que se presentaban de acuerdo al azar del momento.
Del tema del Medio Ambiente, pasamos al vasto espacio de la Biología, específicamente a la Anatomía Humana. Apartándome un tanto de su estricto contenido y lenguaje técnico, alegremente yo le explicaba: "La humanidad es una unidad muy semejante a un cuerpo humano. Pese a las diferencias funcionales de los órganos que lo componen, está compuesto por millones de células"
Aquel hombre, por lo visto, también versado sobre conceptos anatómicos pero con la relatividad de un hombre sin la profundidad, por ejemplo, de un médico, se acomodó en su asiento y afinó sus oídos para escuchar lo que en seguida le espeté: "Una de estas células, por cierto tan pequeñas, microscópicas, es semejante a un hombre. Posee todas sus características vitales, gesta, nace, se desarrolla, pronto se multiplica y finalmente fallece. En este trayecto, respira, se alimenta, descansa, se comunica, etc. Comparte su vida, funcional, con otros componentes vivos muy semejantes a él, pero con iguales, leves o grandes diferencias anatómicas y fisiológicas".
El colombiano estaba de acuerdo con lo que yo le decía. Y proseguí, no sin yo dar una breve mirada más allá de la ventana donde el campo denotaba que había llovido una hora atrás: "Si una de estas células, intenta dañar a otra de su entorno, es porque ya hay un problema, aquella célula está enferma. Y los síntomas, de este individuo microscópico, pueden indicar que provienen de una índole variable; tantas existen para enfermarla”.
Proseguí mi breve disertación: "Una célula dañada, es detectada, cercada y eliminada por factores inmunológicos propios del magnífico entorno vital. Pero si esta célula soporta toda acción inmunológica, se niega a morir, tal como una oncocélula, significa que esta célula es un cuerpo extraño, con miras de conquistar ese organismo. Sus venenos, su crecimiento anormal, no encontrará límites, nada que la detenga. Una célula normal puede defenderse de este individuo celular desnaturalizado, lo hará evitando, a su manera, las emanaciones de la célula enferma; la eludirá, pero no por mucho tiempo, finalmente cederá su espacio vital, será devorada".
"El cuerpo multicelular que alberga a aquella célula anormal que se niega a morir, finalmente morirá".
"La humanidad, ¿acaso está cerca de este punto funesto? ¿Una mirada rápida a todos los acontecimientos del día nos puede dar, acaso, alguna indicación...?”
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